1. Adiós BigBrother o cómo acostumbrarse a las despedidas…
Luego de vivir y revivir 10 días increíbles en la maravillosa ciudad satélite Rio de Janeiro, mal acostumbrados a comer bien y a ducharse todos los días, se avecinaba lo que no queríamos aceptar…
Uno tiene a veces, en algún rincón, esa eterna ilusión de llevar con nosotros a los nuestros por toda Latinoamérica, la kombi es grande y los corazones más aún, sin embargo como todos sabemos, cada uno trazamos nuestros caminos y esos a veces se encuentran, a veces se deben separar, pero siempre con la ilusión de que se vuelvan a encontrar. Es así que nos despedimos del bigbrother con nuestro ya repetitivo “hasta luego” o “hasta pronto” para volver a las carreteras…
El norte se nos imponía y queríamos alcanzar cuanto antes el tan “ansiado” estado de Bahía para vivir en carne propia eso que tantos amigos del camino nos contaban de su gente y de su cultura.
Como se debe a dos docentes, pasamos por la hermosa ciudad de Niteroi para visitar una más de las increíbles bellezas arquitectónicas de Niemeyer. El museo de Niteroi está ubicado al lado del mar y tiene una visión de 360 grados que permite observar a Río desde el otro lado y toda la costa hacia el norte, y a su vez la tan moderna ciudad.
El Roteiro inicial era conocer toda la zona llamada “camino das lagoas” para llegar a las paradisíacas playas de Arraial do Cabo y Cabo Frío, pero como el destino está lleno de misterios, los dioses del camino hicieron de nosotros títeres a su antojo, y, como es obvia recurrencia de estos viajeros que escriben, nos perdimos…
Lo interesante fue que bordeando el mar siempre por una ruta, en un momento la señorita Martina preguntaba “será por acá?”, hasta que nuestra kombi fue detenida por dos militares que nos apuntaban con sus ametralladoras, sin dejar de estar sorprendidos, ellos también, por nuestra presencia.
Es así que mi cara de “estar perdidos” y después de un diálogo cortante y tenso, nos dimos cuenta que estábamos ante las puertas de una base militar naval sobre un acantilado prohibido para el acceso de cualquier civil y con la orden de no detenerse en esas zonas…
Parece gracioso, no? Y sí lo es, más si se tiene en cuenta la gorra con la estrella roja y la bandera de Cuba que llevaba puesta mientras dialogaba con los militares y que tiempo después me dí cuenta que tenía sobre mi cabeza…
Conseguimos zafar de la situación y volvimos a la carretera principal RJ 106 desistiendo ya, de llegar a las lagoas, por lo cual la aventura cambiaba de rumbo hacia la tan elegante y famosa ciudad “argentina” de Buzios….
La ciudad coqueta nos recibió con un atardecer increíble y como los dioses del camino compensan, tuvimos la suerte de conocer a una argentina que se acercó a la kombi y se interesó por nuestro viaje. Por lo cual enseguida fuimos invitados a su casa.
Susana nos recibió como una auténtica “madre adoptiva” cocinándonos exquisitas cosas y preparando el mejor desayuno que ya extrañábamos un poco de Baires: medialunas con café con leche o mate… Sí, sí, sonará simple, no? Pero después de tres meses fuera, un poco de nostalgia no venía mal.
Ella se radicó en Buzios allá por fines de los 80 cuando el pueblo conservaba aún ese aire hippie que poseía en los años 70, reducto de viajeros, músicos, y demás, bastante distante al destino tan exclusivo de hoy en día…
Montando una fábrica de auténticas medialunas “argentinas” se hizo famosa debido a la gran mayoría de residentes argentinos y de turistas que hoy en día llenan el pueblo…
Como ustedes podrán observar queridos lectores, los famosos “cuentacuentos” se dedicaron a explorar las raíces literarias y autóctonas del lugar…
Fuimos invitados a la apertura de un club social en un barrio periférico del centro para llevar la biblioteca andante, mas cuando llegamos todo el mundo ya estaba bebiendo “skol” y los niños jugando fútbol, y es así que el refrán lo dice “si no los puedes derrotar, únete a ellos” y así fue… Mucha cerveza, mucho futbol, mucha samba hasta caer el atardecer sorprendidos por esta bella postal… No está mal, no? El intento valió muchos amigos y gente nueva que se sumaba a la gran familia gran de “Amérika en kombi”. Si de algo estamos seguros es que en este viaje que sólo lleva casi 4 meses, es que conocimos más gente que en toda nuestra vida anterior…
En el artificio de las narraciones siempre hay un “parate” y es aquí donde se impone el “juego de quién es quién” tal vez ya conozcan mucho a estos dos personajes que les escriben, más también es preciso señalar que una de las formas de supervivencia que estamos adoptando es la de trocar de identidad según nos convenga para seguir adelante nuestros sueños…
Las malas lenguas señalan que Martina sacó a relucir sus dotes de actriz y en la pasada confundió a más de un turista, que engañado, dejó caer algún real ante la estatua viviente…
“Un tal Brigitte Bardot” homenaje a los dioses de ricota que están en el éter…
“El increíble Hulk” o un émulo de la pequeña, pero heroica “hormiga atómica”…
Pasamos tres días increíbles atraídos por el microclima que tiene Buzios y sus playas, aprovechando la hospitalidad de Susana, para lavar ropa, comer un poco bien, hacerle un control a la clandestina (¡¡lavarla!!!) y vender algunas remeras que nos serviría para seguir viaje…
La idea era llegar a la ciudad de Vittoria, capital del estado de Espíritu Santo, que se encuentra sobre el litoral. Hicimos muchos km cambiando de paisaje constantemente. Entrados en el nuevo estado comenzaba a proliferar los campos con montañas y vacas (buey) al mejor estilo “heidi” y cielos celestes con nubes que dejaban correr la imaginación hacia terrenos preciosos… Recuerden que también hay que manejar y si bien nos gusta mucho el momento en el que estamos los dos solos carreteando con la kombi, a veces se complica perderse en ensoñaciones debido al tráfico en la ruta y a nuestra preponderancia a perdernos…
Las distancias son largas en Brasil, un estado, es como un país y también muchos así lo viven. La noche nos estaba por atrapar en la ruta y decidimos parar en uno nuestros hoteles más frecuentes: los “postos” de gasolina…
Obviamente como era de esperar, al llegar a esta altura con una kombi de color (aquí son todas blancas) el posto se “revolucionó” y comenzaron las peguntas y todo lo demás también… justamente había allí una van llena de maestras de escuela que venían de un curso de perfeccionamiento docente y estaban merendando. Gracias a Diego Armando, fuimos invitados a unirnos en la merienda con la condición de hablar durante 40 minutos sin parar sobre el proyecto, cosa que dificultaba tomar el café caliente y el salgado convidado por ellas…A esta altura la costumbre ya nos mueve y el instinto de preservación de la especie “viajeros” se impone.
La suerte estuvo de nuestro lado y quiso que vendamos dos remeras más con el logo del proyecto. Así ya tendríamos casi un tanque lleno para la barriga ansiosa de nuestra querida compañera de rutas, la bella clandestina…
Hicimos noche y cocinamos en la kombi. Con las primeras luces de la mañana despertamos rodeados de nuestros amigables compañeros, que persisten en acompañarnos en este viaje para que sepamos que no estamos solos.
Armamos toda la kombi y mientras calentábamos agua para el mate se nos acercó un camionero movido por la curiosidad. Mientras Martina acomodaba, quien les escribe disfrutaba de lo mejor que sabe hacer: hablar con la gente. De esa forma el camionero pasó buenos datos para nosotros para el futuro cruce del Amazonas en balsa con la kombi. No sólo eso, si no que también nos invitó un desayuno y como si fuera poco nos quería dar dinero para almorzar, ya que su sueño siempre había sido largarse a recorrer por las rutas en un motorhome todo Brasil: como es de costumbre lo alentamos a realizarlo, ya que creemos que si nosotros lo estamos haciendo, lo puede hacer cualquiera. Es sólo proponérselo y saber y prepararse para prescindir de muchas cosas que creemos necesarias y después uno se da cuenta que no lo es.
“Si lo sueñas, lo puedes realizar….”
El viaje a la ciudad de Vitória no dejó gran cosa: una ciudad muy grande con algunas playas lindas, pero nada mejor de lo que ya habíamos visto. El mar en algunas partes parecía contaminado y si hasta tenía el mismo color que Santa Teresita!!!!
El contacto que teníamos para hospedarnos, ya que no da para dormir en la kombi en las grandes ciudades, nos falló y repentinamente con la noche ya a cuesta tuvimos que volver a la ruta y quedarnos nuevamente en nuestro hotel favorito.
2. Peluca cabeludo… o alegría está en bahía…
Decididos a hacer ruta para dejar atrás mitad del país, la kombi devoraba km de la ya tan conocida por nosotros BR 101. El calor se hacía sentir y el clima comenzaba a comportarse de manera inestable (como sería en un futuro de aquí a todo el nordeste brasilero). Mucho sol y casi 40 grados para pasar a una lluvia torrencial durante 5 minutos, vuelta sol que raja la terra, nuevamente lluvia que no deja ver ni a 2 metros….
Entrados a Bahía, la sensación de otro país es bien distinta: Bahía es el estado más pobre de Brasil, y se nota: casitas de barro a los costados de ruta, grandes fazendas que pertenecen a las mismas 5 familias dueñas de todo, la mayoría de la gente es negra, pero sobre todas las cosas, grandes sonrisas y todo el mundo sentado en la vereda, al costado de la ruta, en la calle, mirando pasar el día y tomando una gelada cervecita…
Las lluvias incesantes hicieron desistir en nosotros el deseo de conocer un pueblito llamado Itaunas, cerca de la ciudad de Conceiçao da Barra, que tiene como característica distintiva ser un pueblito rodeado de dunas móviles que fueron tapando algunas casas y hasta la iglesia misma, sólo dejando ver la cruz que asoma debajo de una duna gigante. Lamentablemente el acceso era imposible para la gorda con tanta lluvia .
Desistida esta idea y ante la incesante lluvia bahiana, para honrar el apodo de aventureros que mucha gente nos da, nos metimos en un pueblito llamado Muncurí, a 50 km de la BR 101 sobre el mar. Como todo pueblito chiquito y más, bahiano, todo el mundo estaba en la calle o en las veredas sentados contemplando la lluvia y el tremendo calor, siempre, con una cerveja en la mano. Obviamente al tener sólo una entrada y el centro ser de una cuadra, a los 15 minutos todo el mundo sabía de unos “argentinos locos” que habían llegado en una “pirúa” (kombi) desde argentina…
Lanzados directo a la playa nos encontramos con un mar bravía que se había devorado ya por ejemplo la plaza principal del pueblo y la prefectura no hacía nada al respecto. Tal era el miedo de sus habitantes que las casas recostadas sobre la costa, muchas de ellas, ya habían sido abandonadas.
Buscando un lugar para dormir en la kombi cerca de playa y seguro, nos encontramos con el impedimento de muchos condominios que no permitían llegar hasta la playa con la clandestina. Recién cuando encontrábamos un recoveco, se nos acercaba la policía para decirnos que no era posible… Primera decepción brasilera, más si hay una de cal hay una de arena y de esta forma dando vueltas por el centro se nos acercaron dos brasileros en moto preguntando a los gritos “Ustedes son los dos argentinos que vinieron en kombi hasta acá?” Nuestra respuesta simple los sorprendió y segundos después estabamos los cuatro en el bar del viejo “Peluca cabeludo” tomando una inimaginable cantidad de cervezas invitadas por nuestros dos nuevos amigos Alemao y su amigo Francinho. Verdaderos personajes que entraron en la bitácora de “Amerika en kombi” y en los corazones.
Como se dice por acá la “conversa” se extendió por muchas horas y las cervezas no paraban de llegar, ante nuestro temor de luego tener que pagarlas todas ya que no andábamos con tanto dinero. No sólo que eso no aconteció, sino que también el dueño del bar, “Peluca cabeludo”, apodo que teníamos reservado para él después de la enésima cerveza y que se lo gritábamos a cada momento, nos sorprendió. El pobre viejo tenía un quincho más grosero que el de Soldán y un humor bien cabrón, sin embargo se sentó a la mesa y escuchando nuestras anécdotas e historias se apiadó de nosotros y nos ofreció una habitación de la pousada que tenía arriba del bar por sólo 10 reales con café da amanha. Cuando la noche comenzó a caer, Alemao y Francinho debían partir ya que vivían a 60 km de ahí y estaban de moto. Los abrazos se multiplicaron con la promesa de escribirnos y de visitarlo al otro día cuando pasáramos por ahí en nuestro viaje hacia el norte. Interiormente pensábamos cómo harían para conducir tantos km, de noche, en moto y en ese estado… Mais e Bahía…!!!
La verdadera bahiana con un cambio de piel al mejor estilo Jackson: Michel is not dead!!!
3. La rancheada de los artesanos…
Saliendo nuevamente a la ruta la idea era llegar hasta Porto Seguro, Arraial de Ajuda y Trancoso, tres ciudades bastantes turísticas para intentar vender algunas remeras y trabajar un poco, no? No sólo de viajar vive el hombre, no?
El calor era insoportable y el sol mantenía aturdido y cegado a quien escribe aquí. La clandestina se quejaba aduciendo fiebre, y Martina sudaba más que un empresario ante la crisis mundial… Parando en una estación de servicio cerca del mediodía, la tripulación decidió unánimemente descansar y hacer un campamento gitano de manguerazos de agua y siestas a la vera de la ruta debajo de unos frondoso árboles. La visión, como quien dice, era dantesca, pero no distaba mucho de la de sus compañeros camioneros… Encima de todo el cartel nos desanimaba bastante… Es tan grande Brasil que a uno no le alcanzaría ni siquiera dos años para recorrerlo todo… Mas marinero embarcado, no puede bajarse en altamar.
Pasado el sofocón y devueltos a la ruta la llegada de la tarde nos permitía apreciar los paisajes y disfrutar de la carretera.
Es llamativo la cantidad de inmensas fazendas de árboles para celulosa en toda la región que contrasta con los hermosos coqueiros de la playa. La BR 101 en este estado, por momentos se hace intransitable, con buracos más grandes que la kombi y con trayectos que sólo se convierten en una sola mano, por lo cual hay que esperar en fila mucho tiempo hasta que pasen todos los camiones.
Entramos a la costa por la BR 367 y por primera vez en tres meses éramos parados por un puesto de policía rodoviaria. Ante el pedido de papeles y demás, intuimos que en verdad el deseo era saber qué hacíamos en esos confines, de dónde veníamos y demás… Una de las cosas que hemos aprendido es a saber cuando uno tiene que hablar portugués y cuando no, y este era uno de los momentos de no. Es así que el trámite fue rápido y sencillo.
Arraial es un pueblito muy bonito, con mucha presencia de argentinos, que como siempre, lo quisieron convertir en una pequeña Cariló, con negocios súper chic construidos en madera y callecitas angostas de piedras que desembocan en la paradisíaca playa de Mucujé. A pesar de eso el ambiente autóctono y bahiano prevalece en cada rincón.
En esos días los kombinautas comenzamos a mudar de vida y poco a poco de pensamiento. Como la costa está llena de posadas y de condominios tuvimos que hablar con la dueña de una “barraca de praia” llamada “aparatí” para que nos deje estacionar la kombi en el estacionamiento del parador para poder dormir y también tener los baños y la ducha cerca. El pedido fue escuchado, tal es así que quien les escribe osó de trabajar unos días limpiando y ayudando en el bar a cambio de comida y cervezas gratis.
Martina debutó como vendedora de sus propias artesanías en la playa teniendo algunas veces éxito y otras no tanto, pero nos permitió conocer a la gran mayoría de artesanos “malandras” que viven de su profesión trabajando y viajando por todo el mundo. Uno de ellos, nuestro amigo “Caniggia” (como le decían de pequeño por su velocidad con la pelota dominada y su desborde para sacar centros) compartió con nosotros sus aprendizajes para hacer artesanías y también muchas vivencias de viajero. La primera noche se hizo demasiado tarde y de esta forma no teníamos nada para comer, ni comprar y “Caniggia” apareció con su enorme sonrisa para invitarnos a cenar a lo que tiempo después apodamos “La rancheada de los artesanatos”.
Llegamos a una pousada que estaba cerrada y tomada por todos los artesanos que sólo usaban la ducha y dormían en hamacas. Noche de ñeris, de olores dulces y de ensoñación, de risas, muchas risas, de comidas acotadas, pero sencillas, de enormes corazones y almas libres. Noche de aprendizaje: Colombianos, brasileros, argentinos, chilenos. Noche eterna, de estrellas y caminata playera, de nunca acabar, de saber que uno se está comunicando como puede, pero con una euforia que deja secuelas en el corazón.
Como es de esperar el cuerpo pasa factura, y al otro día las playas están desiertas de artesanos y los pocos están en el agua. Quien les escribe disfrutó mucho el hecho de levantarse y de tener frente a sí esas piscinas naturales de corales con peces que nada libremente y recifes. Por estos lados no es necesario lavarse las lagañas… “¿De qué estás hablando Willys?”
Los días transcurrieron felices entre trabajo y playa, idas al centro, charlas en la rancheada, tardes de lluvia y lectura. El pueblito de Arraial es pequeño, ya que enfrente y separado por un río que se cruza en balsa está la ciudad más conocida turísticamente de Bahía, pero no más linda, de Porto Seguro. Ahí todo está preparado para el turista de pulserita y de “all inclusive” con hoteles gigantes sobre la playa y musiquita de “a botella da garrafa” y todo eso.
Lo más interesante se encuentra en lo alto de la ciudad, lo que fue la ciudad vieja, antigua, donde se encuentra la primera iglesia de todo Brasil y muchas casitas coloniales de colores que son habitadas hasta el día de hoy por las auténticas bahianas. Imposible no probar el acarajé, comida típica de Bahía.
Los días nos permitían recorrer todas las praias vendiendo artesanías y de esta forma ir conociendo más lugares. La fisonomía por momentos cambia, donde se encuentra especies de acantilados con distintas capas de colores de formaciones geológicas distintas, rodeados de ríos al costado de un mar verde esmeralda con barrera de recifes y corales. Imposible no pensar en quedarse.
Pasamos por las playas de Pitinga, Lagoa Azul, Taípe, hasta llegar a Trancoso. 12 km de belleza natural con el único problema de la presencia de Club Med…
En el medio de tanta belleza y tranquilidad, la paz se ve sorprendida por la presencia de un “Marilyn Manson” versión telúrica, o mejor, la versión femenina del “luchador sordo mudo” alias “la momia blanca”…
Movida por el deseo de la eterna juventud, la señorita Dolores se muestra sin escrúpulos y es capaz de estrangular al monito más simpático con tal de acariciar el cáliz de la juventud… Por un mundo sin arrugas!!!!.
Mientras esto acontecía, quien les escribe, se sumergía en ensoñaciones de tipo “Escuelas de Robinsones” al mejor estilo náufrago, pensando en la posibilidad de hacer campamento en esta nueva casa encontrada. Esa noche las estrellas nos aplastaron y bajo un cielo protector los jóvenes viajeros dormimos plácidamente con el sonido suave de las olas del mar golpeando contra la costa.
Como es de esperar después de 5 días de amigos, aprendizajes, paraísos, el tiempo y la carretera nos llamaba para seguir escribiendo esta historia en el libro de nuestras vidas. La gorda embarcó por quinta vez su esbelta figura y cuzamos el río para bordear Porto Seguro hasta llegar a Cora Vermelha.
Allí se encuentra una reserva indígena de la comunidad llamada Pataxós. Intentamos tomar contacto con los referentes de dicha comunidad para poder organizar un aula de biblioteca para los más chiquitos, ya que los libros que llevamos tienen bastantes dibujitos y dá para entenderlos. Lamentablemente el jefe comunal no se encontraba y nadie podía tomar semejante decisión, así que una vez más con las manos vacías empezábamos a desistir de la idea de la biblioteca. En este sentido, la suerte y la barrera idiomática aún nos eran esquivas.
Postal netamente bahiana: vendedor de helados metido con su carrito en el agua a las risas y jugando con los niños para poder vender un picolé, y si no sucede no importa, si no, miren donde está…
Saliendo ya de la zona denominada “ruta del cacao”, nos percatamos de nuestro nuevo acompañante de carreteras. Parece ser que la hidalga clandestina está chocha y ni hablar del demoníaco pajarraco Períco, que encontró en los atardeceres viajeros unas largas y calurosas retahílas. Ahora les queda a ustedes queridos lectores, enviar cartitas al “Show de Xuxa” para darle un nombre a nuestro nuevo integrante del team road adventure
Camino a Ilheus nos topamos con un arco iris que nos indicaba un camino entre las montañas y como no podía ser de otra forma hacia allí fuimos… Aquí, queridos lectores, tienen la opción de creer o no lo que este relato intenta transmitir pero los tiempos de alquimistas y de duendes han terminado, sin embargo como si estuviesemos en un una historia medieval el camino se hizo sinuoso y angosto y nos llevaba en sentido noreste, es decir, hacia el mar atravesando las montañas. Llegando al final, se introducía en una playa paradisíaca dominada por palmeras, arena blanca y un mar verde esmeralda.
Como si existiese un guionista que junta a su placer y en lugares exactos a gente afín, impresionados por la visión y aún extrañados por el camino y la decisión (que en el momento pensábamos de absurda) al caer la noche buscando un lugar para poner la kombi para acampar y dormir, nos cruzamos, o mejor dicho el Dios viajero quiso que nuestros caminos se cruzasen, con un brother, que ante nuestra presencia sorprendido, también respondió “yo también soy argentino” .
4. Eclipse de Luna, eclipse de Luz: la cosmovía de los ciclistas.
Lucas, argentino y su novia, Luz, chilena, estaban rolando por todo Brasil ya hacía casi 5 años a bordo de 2 bicicletas oxidadas que habían recogido de la basura y de a poco con el esfuerzo de sus trabajos arreglando. Sus vidas se habían encontrado en el camino y las estrellas alineadas para que trajeran a otro nómade a este mundo de quietos…
Lucas, de linaje autogestionante y antisistema, había dejado su antigua vida de barrio Belgrano, estudiante de “Facu”, para largarse a recorrer sin dinero todo el norte argentino, Bolivia, Perú y llegar a recorrer todo Brasil, haciendo compañías de circo, dando aulas de música, viviendo en comunidades, aprendiendo a fabricar sus propios muebles y luz había dejado su Santiago natal, con la idea de hacer un viaje de 12 meses para luego retomar sus estudios de Arte en la universidad, para tener un parto natural al lado del mar. pero la vida tiene muchas vueltas y eso no sucedió…
Ahora ellos estaban esperando un hijo y por eso habían alquilado una casita al lado del mar.
Después de tantas anécdotas y de tantas charlas fuimos invitados a quedarnos con la kombi en el parque de la casa. El lugar paradisíaco resultó ser un “vilarejo” de pescadores cerca de Pé de Serra, después de la ciudad de Ilheus donde se encuentra el llamado “Roteiro do Dende” es decir, la ruta de un tipo fruto con el que se realiza aceite que se encuentra en la mayoría de fazendas de la zona.
El tiempo quiso que nos quedemos con esta nueva y hermosa familia unos 5 días debido a las intensas lluvias que permanecieron en la zona por 2 días que no permitían salir a la kombi, debido a la inundación de los caminos de tierra.
Fueron días de aprendizaje y de calidez de hogar de familia, que a su vez, albergaba a la madre de Lucas que llegó de Buenos Aires para acompañarlos en esta decisión de vida nueva…El bebé nacería en un parto natural a orillas del mar, con la presencia de la madre de Luz, partera ella en Chile.
Por esos días experimentamos lo que verdaderamente es una ducha 5 estrellas, cosa que los ricos, más ricos no tienen la posibilidad de conocer: esta es la visión que teníamos cuando nos duchábamos… Sí ya sé, horrible, como diría mi sobrino…
Nuestra tercera Luna llena la vivíamos en ese contexto viviendo con los chicos, cocinando y comiendo todos juntos, consiguiendo pescados de los pescadores de la zona, y aprendiendo a vivir con muy poco.
El pueblo sólo tenía un almacén muy chico con muy pocas cosas y siempre cocinábamos lo que conseguíamos de la huerta de Lucas y Luz y de algún pescador que nos vendía a un precio irrisorio algunos pescados…
Si hasta quien les escribe este tedioso relato aprendió a hacerse de sus propios cocos… Si no, pregunten a los amigos del camino quién hace la mejor cocada asada…
Lamentablemente el tiempo mejoró y después de 5 maravillosos y mágicos días, la carretera nos llamaba con su sonido misterioso…
Las despedidas son nuestro fuerte y siempre sin mirar atrás con la mirada clavada en el porvenir, la tripu levó anclas y se impuso el “hasta pronto”. Las próximas noticias de nuestros amigos ciclistas serían de a tres…
La idea era llegar a Itacaré y recorrer todo barra grande, cruzando con balsas, para seguir conociendo la región del Dende, pero llegados hasta dicha ciudad tuvimos que desandar los 80 km hecho debido a las intensas lluvias que habían generado un desastre en as rutas. Cosas que le suceden a todos los viajeros, que ni los mapas, ni gps pueden alertar… De nuevo hasta Ilheus y barajar los naipes otra vez…
Salimos hacia la BR 101 para hacer norte y tocar ya, la capital de Bahía, Salvador. Como el trayecto es largo y las rutas estaban destruidas, el paso se hacía lento y nuevamente nos atrapó la noche por lo cual, después de dar vueltas por un pueblito llamado Ituberá para ver donde dormir, tuvimos que pagar por primera vez un “hotel”: 25 reales con desayuno. El cansancio a veces necesita de una verdadera cama para seguir manejando, y en esta situación ni lo pensamos.
De día y con los campamentos del movimiento “Sin Tierra” a los costados de la ruta (la presencia se da en casi todo el estado de Bahía) como vista panorámica social, llegamos hasta la ciudad de Valença, para averiguar para ir a la tan renombrada ilha de Morro de Sao Paulo.
Lamentablemente el clima no acompañaba y cuando llegamos a la ciudad una lluvia constante nos imposibilitaba hacer cualquier cosa. La historia era así: Valença es una ciudad que básicamente vive del turismo que se produce en el Morro, ya que de ahí salen todos los barquitos, sumado a que no se puede llevar el coche., entonces la ciudad está llena de estacionamientos que cobra n una barbaridad por día para dejarlos ahí y así el turista poder ir a las paradisíacas playas de la ilha.
En esta situación lamentablemente debíamos analizar demasiadas cuestiones ya que teníamos que pagar un estacionamiento, sabíamos que las posadas eran caras y que no se podía acampar en cualquier lado, y demás. Ante toda esta situación y después de recorrer todas las oficinas de Prefeitura explicándoles el proyecto para ver si podíamos llevar libros a la isla y de esta forma dejar estacionada la kombi en un estacionamiento municipal, apareció nuestro “ángel de la rúa” : Bruno.
La ciudad está llena de chicos que andan en bici intentando “cazar turistas” para acompañarlos hasta los barcos, y si están en coche para llevarlos a un estacionamiento y de esta forma ganar algún dinero de comisión por parte del dueño del estacionamiento. Bruno vivió desde los 5 años en la calle, abandonado por su padre y con una madre en un loquero, su vida transitó entre la calle y reformatorios, sin poder asistir a la escuela y con 2 hermanitos más chiquitos que ahora tenía que cuidar e intentar con seguir comida para ellos, estaba acostumbrado a una vida de adulto desde pequeño. Sus pocos 15 años eran tres vidas de experiencias vividas. Atraído por la kombi y por la patente, escuchó nuestra historia y quedó encantado con nosotros. Nos llevó a un estacionamiento de un evangélico que también quiso ayudarnos y nos dejó poner la kombi ahí el tiempo que quisiéramos sin cobrarnos nada.
Como seguía lloviendo decidimos esperar hasta el otro día para ir hasta la Ilha ya que teníamos que acampar. Esa tarde Bruno nos llevó a recorrer la ciudad de punta a punta hasta los rincones más impensados. Nos llevó hasta su humilde casa, en una favela, con sólo un cuarto y un colchón para los tres hermanitos y una madre convaleciente reposada en una silla.
A la noche lo invitamos a cenar en nuestra humilde casa y le mostramos y le leímos distintos cuentos con los cuales quedaba encantado a pesar de ya ser grande para dichos textos. Esa sí que fue una noche distinta, durmiendo en el estacionamiento, con la lluvia y el sonido de ella rebotando en el techo, y pensando en muchas cosas
Llegados al Morro de Sao Paulo después de un viaje placentero de 1 hora en barco, comenzamos a recorrer todas las playas en busca de algún lugar para poner la carpita y dedicarnos a vender las artesanías, ya que la Ilha ya en esta época estaba llena de turistas europeos.
Lamentablemente al ser un destino tan turístico, no está permitido acampar por ningún lado, y el único camping que había cobraba unos precios exorbitantes para poner una carpa en un patio. Caminando, caminando y sudando mucho , conocimos a un gran personaje, “El rey de los Creeps”, nativo, él, nos alquiló una piecita en su casa, en el barrio donde moran todos los que viven en el año. El lugar tenía esa magia de las pequeñas villas, con pasillos angostitos y millones de casas una al lado y arriba de la otra, donde casi no se percibe el cielo y donde lo privado se convierte en público
Gente sentada todo el día en los pasillos, música a todo volumen día entero, niños corriendo y jugando a la pelota, puertas de casas abiertas que dejan ver todo, en fin, una gran comunidad que nos albergó durante 3 increíbles días. Por las tardes noche era imposible no sentarse afuera y compartir más de una cervecita con toda esa gente.
Por suerte las ventas fueron un éxito y gracias a ellas pudimos disfrutar y pagar todo lo vivido por esos días, recorriendo las increíbles playas y el bondadoso clima de la isla.
En el medio de la jornada laboral, los descansos se hacían en lugares bastantes feos… Entre peces de colores, corales y recifes… Si quieren explorar un poquito más les dejamos más abajo algunas fotitos…
Lamentablemente teníamos que volver, ya que extrañábamos a nuestra fiel escudera la “Clandestina” que reposaba su silueta en un estacionamiento exclusivo 5 estrellas para relajarse después de tantos km recorridos. La cara que puso al volver a vernos no es digno de reseñar en este escueto relato, pensando ella interiormente que pararía de rodar descansando así por un largo tiempo.
5. El payador perseguido
Devueltos a tierra firme y con la kombi en marcha enfilamos hacia el norte, hacia Itaparica para tomar un ferry-boat que cruza la Bahía de Todos los Santos y desemboca en el puerto de Salvador. Como era de esperar nos encontraríamos con un diluvio durante todo el viaje (maldita temporada de lluvia) que nos imposibilitó llegar a tomar el último barco que salía. ¿Qué hacemos?, pensábamos interiormente. Los pequeños pueblitos de la zona no ofrecían demasiado atractivo. Conocimos el centro y el fuerte antiguo de la ciudad de Itaparica que reposa sus iglesias y sus plazas antiguas sobre la gran bahía rodeado de corales que hacen que se formen gigantescas piscinas naturales de un color increíble. Ya haciéndose de noche recordamos que uno de los tantos amigos que habíamos hecho en el camino tenía un amigo, uruguayo, que vivía por esta zona
Después de intercambiar llamadas y números sabíamos que la hija vivía en Salvador, a la cual llamamos y nos consiguió el número de su padre que vivía a unos 20 km de donde nos encontrábamos, un pueblito llamado Conceiçao.
Ico, de unos 70 y pico años de edad, nos esperó al costado de la ruta con una capa de lluvia toda destruida a los gritos y haciendo señales para que entremos con la kombi al jardín de su casa que quedaba al costado de la ruta.
Nuevo amigo y personaje de la gran familia de “Amérika en kombi” nos invitó a cenar unas ricas pizzas que devoramos con una devoción casi religiosa, y entre charlas y cervezas, conocimos sus historias de vida, desde que había emigrado desde hacía mucho tiempo de su Rivera natal, en Uruguay, pasando por Porto Alegre, Salvador, y demás lugares. Fue otra noche mágica, con el ruido de los camiones pasando por la ruta, la llovizna de fondo y la inconfundible voz de Atahualpa Yupanqui de fondo que nos acompañaba y nos aconsejaba en la velada.
Mañana de mates rioplatenses y gaúchos con la esperanza de ver salir al sol, conociendo otro gran personaje que alquilaba una habitación de la casa que Ico cuidaba, Yuca, bahiano, pero bien bahiano, que se levantaba a las 4 de la mañana para ir a buscar leche a las fazendas en su camión y dejarla en la fábrica de yogures para estar ya a las 10 de la mañana tomando su primera cervecita o pinga, según como le viniese mejor…
Partiendo hacia Salvador esa mañana nos despedíamos de toda esta hermosa gente con la certeza de volver a encontrarnos en Salvador, ya que habíamos sido invitados a la casa de la hija, Carina, para quedarnos ahí.
Ya despidiéndonos y sabiendo que les debemos mucho más, pacientes lectores, prometemos en un futuro estar más actualizados en la medida que podamos. En breve estará la Segunda Parte del capítulo. Los dejamos por un ratito y les dejamos como siempre una foto final:
Abrazos y besos viajeros desde Natal, Brasil.
PD. Le dedicamos esta entrada a nuestro tío Billy que se fue de este mundo, tal vez, hacia otro mejor…
1 comentario:
Eyyyy!!! Qué bueno saber de uds. Y qué bueno el último relato. Lo mio es más modesto: el finde me voy a Tandil, y el finde largo de octubre nos vamos con Mari a Montevideo para celebrar allá su cumple.
Me alegra saber que andan bien y que la Gorda se porta. Lo que sí, frenen el consumo de cerveza... Abrazos.
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