sábado, 16 de enero de 2010

Capítulo XIII: "Good Bye Lenin... En la tierra del Pibe... (Venzuela - Colombia)


Imágenes que se suceden, recuerdos que se escurren, se escapan en la memoria. Nuevamente el movimiento. Como si el mundo no girará y uno se anticipa cinco segundos a la realidad. ¿Realidad? La luz, nuevamente. Te despierta, te golpea. La vida no da tregua, amigo. El instante se nos escapa y nos sometemos incrédulos a su dictado. Cae la noche y te mirás al espejo. Un día menos, en esta carrera mortal. Y vuelta a empezar. Parecería ser que uno no escapa a la lógica festiva. Lejos, allá en las Pampas húmedas... ¿Cómo no mirar atrás? Ahora, en este momento, ayer, hace un año. Todas concepciones netamente abstractas. Recuerdo esa manía estúpida, de la vida de ciudad: balance de fin de año. Como si la vida fuese una planilla de Excel, donde hay debe y haber; como si mirar o sonreír, solo fueran permisos restringidos. Detenerse un segundo es perder el tiempo. Y ni hablar de dejarlo todo. Solo podemos decir que aprendemos día a día y que el camino nos va devolviendo eso que habíamos perdido: Libertad. Pensamientos, escuchar, conocer, abrirse. No sé exactamente adonde nos llevan nuestros pasos, pero la cosa es que caminamos. Y en ese caminar, nos vamos transformando. Lentamente. Profundamente. Salimos para ver el mundo con ojos de niños y la naturaleza nos va iluminando. Como si fuese una paleta de colores recién descubierta por un chico. Imposible no querer pintar… Y si hay una pared, siempre existe la posibilidad de abrir una ventana… (Dedicated to Bigh Brother)



1- La ruta trasandina…

Como sea que el movimiento lo dicte, la cosa es que llegamos a Mérida y cómo!!!! Haciendo memoria nos habíamos quedado en el punto más alto de carretera de Venezuela con nuestra inseparable kombi “Clandestina” herida en combate. Respirando con dificultad y dando muestras de graves pérdidas de sangre (aceite) la gorda parecía surfear las subidas y bajadas de las montañas andinas en clave heroica. Para sumarle, el piloto de esta historia, quien les escribe, parecía mimetizarse con la salud de su inseparable “Rocinante” y se solidarizaba dando muestras de sus primeros síntomas de enfermo en todo el viaje. El piloto deliraba de fiebre, sumado a vómitos, y la pobre camioneta se las arreglaba para sortear esos gigantes de roca en 2 cilindros… (para quien no sabe la camioneta cuenta con 4, es decir, como un avión cuando sólo anda con una turbina…)
Gracias a los contactos del mundo de VW lográbamos que nos esperaran en la carretera, en cercanías a la ciudad de Mérida para socorrernos.
Llegados a la ciudad nos encontramos con Ricardo y su mujer, Mimí, quienes inmediatamente nos abrieron las puertas de su hogar y nos encontraron un taller que nos prestaría las herramientas y nos ayudaría a atender a la pobre compañera de viaje…
Esa noche, el antiguo profesor, tendría pesadillas recurrentes de pistones y bielas que lo perseguían en una carrera alucinatoria con intenciones de sumergirlo en un cárter lleno de aceite para estrangularlo con una correa…


Volviendo a las fuentes: Gabo y Huidobro + “Gentileza” en tertulia literaria...

- Mecánicos I

Como anticipábamos en entregas anteriores, cual si fuese un folletín sentimental, los problemas mecánicos vendrían a imponerse en nuestro futuro próximo. ¿Quién no los tiene? , pensábamos nosotros, ante tamaña odisea. El caso es que uno comienza a ponerse no sé si esotérico, cabulero, o como quieran llamarlo, pero comenzamos a intuir que la kombi de alguna forma, extrañaba las manos cálidas y sabías de sus dos antiguos y grandes doctores (Pedro, Argentina y Mac Guiver, Venezuela).
Con un poco de fiebre, pero con una leve mejoría, comenzamos a bajar y desarmar el motor… Nos encontramos con lo que, este ignorante piloto que de mecánica no sabe nada, intuíamos: tapas y culatas flojas = espárragos del block zafados…
Hay quienes se hunden en un vaso de agua, pero no es el caso. A trabajar se ha dicho…
Conseguimos unos casquetes para hacerles unos insertos y problema solucionado… o eso creíamos… armando el motor y ajustando el otro lado sano, se zafaron dos espárragos más y hubo que volver a trabajar… encima se rompieron los aros (anillos) y hubo que adaptar otra medida…
A esta altura ya no nos quedaba ni ganas de sacar fotos como antaño. Realmente no nos causaba mucha gracia estar desarmando el motor y máxime si era porque alguien había apretado de más… sino la Clandes seguía como en sus mejores tiempos…
Entre esos días de desaliento y de terapia intensiva. Dividíamos el día en el taller y a la tardecita en paseos festivos por la ciudad para olvidar las tormentas desatadas…

Heladería Coromoto: Record libro Guinness por tener más de 1000 sabores ¿Cómo llegar a ese número? Con gustos ridículos como “cebolla picante”, “cerveza polar”, “caraota” y demás: nosotros nos conformamos conformábamos con los clásicos.


Entre arreglo y arreglo conocimos a mucha gente que nos ayudó desinteresadamente, siempre apoyándonos en lo que necesitáramos. Tal es el caso del club VW Mérida que nos compraron remeras de “Amérika en kombi” y encima nos ayudaban a arreglar la camioneta gratuitamente…
El motor se armó y desarmó en tres días y con anillos nuevos y demás estábamos listos para salir a la ruta nuevamente. El tiempo nos apremiaba. Teníamos 7 días para salir de Venezuela y nuestra idea de cruzar por Cúcuta se desvanecía debido a los problemas políticos entre Venezuela y Colombia, atenuados en esa frontera.
En medio de tanta prisa decidimos, como quien dice, “parar la bocha” y detenernos a mirar lo que nos rodeaba. Gracias a nuestros anfitriones nos dedicamos por 4 días a visitar y saborear las bellezas de los Páramos…

Invitados a “pescar y comer truchas” nos fuimos para el páramo denominado La Culata, una especie de montaña, a lo Heidi, con quesos de cabras, lagunas, vinos de mora caseros y truchas por todos lados. Días de disfrute pleno gracias a nuestros amigos del camino.


Lamentablemente la suerte no nos acompañaba nuevamente, como en Caracas, y el teleférico más alto y largo del mundo estaba cerrado hace 1 año!!! Por mantenimiento y peor aún sin plazo para su reapertura. La zona más turística de Venezuela sin su atractivo más importante. Cosas.
El teleférico mantenía un recorrido de 5 estaciones que alcanzaba una altura de 5000 mts o más sobre el nivel del mar. Pero lo más importante es que no sólo era turístico sino que comunicaba a una gran cantidad de pueblitos perdidos en la inmensidad de Los Andes, entre ellos, el famoso pueblito “Los Nevados”.


Averiguando y averiguando, conseguimos una camioneta 4x4 que lleva a los habitantes de estos pueblitos y a su vez mercadería. Logramos negociar el mismo precio que les cobran a los locales, ya que el precio para turistas es casi el doble, debido a la falta del teleférico. La otra opción (que más nos gustaba e interesaba) era subir a lomo de burro, pero para esa opción era necesario 6 días y el tiempo, como ustedes saben, queridos amigos y seguidores, siempre nos corre…
Tal vez haya sido uno de los más increíbles caminos recorridos en lo que va del viaje. Gracias a D10S que no se nos ocurrió ni mínimamente subir con la kombi… Este es un lugar sagrado sólo permitido para las Toyotas… otra cosa, no existe. El camino de unas 3 horas se va metiendo poco a poco en las entrañas de la Cordillera, revelando paisajes sólo reservados para deidades. Pueblitos coloridos, donde el campesino comparte una cerveza en el banco de la plaza junto a un burro. Lentamente uno va tocando el cielo con la mano y sintiendo el sol curtiendo las pieles y el viento acariciándolas. Todo es tan tranquilo y tan lumínico que la mente se pierde.

Los Nevados en todo su esplendor… Fuente de belleza y energía…

Imágenes.


Llegados al pueblito y maravillados ante sus callecitas de piedra y su precioso clima, nos perdíamos sin un camino prefijado. Teníamos la intención de quedarnos sólo por el día, pero como se imaginarán, los planes en “Amérika en Kombi” no funcionan mucho. Andando por sus empedrados, conocimos a una abuela de 92 años que nos relataba con pasión y ternura la historia de este pueblito. Atraídos por los personajes que habitaban esos relatos, sin mirarnos, uno a otro, nos decidíamos silenciosamente a quedarnos a dormir. Como si la sabia señora nos leyera el pensamiento, nos invitó a su casa, en un cuarto de huéspedes que tenía libre, con la condición que sólo pagaríamos la comida… Sin palabras. Tal vez suele trillado, pero estas cosas nos suelen suceder y no sólo a nosotros…
Esa noche las estrellas parecían golpear las tejas para invadir la habitación. A lo lejos, el burro del pueblo lanzaba un alarido.

Con el despertar de los gallos como único sonido real, flotábamos entre sueños de pájaros y nubes sin querer despertar. Nuestra abuela por adopción, nos preparaba un riquísimo desayuno andino: sopa, arepas, carne y café… Mejor no se podía arrancar. Y encima nos preguntaba dulcemente “¿Cómo durmieron?¿Descansaron?”, con una sonrisa en la cara, como sabiendo de antemano la respuesta obvia…
Visitamos la escuela del pueblo y sin nuestros libros, solo nos quedó relatarles nuestra historia y mostrarles fotos a los chicos de nuestra querida protagonista, ahora ausente, de nuestro viaje. Las preguntas eran miles y lo obsesión: la kombi y los libros. Para despuntar el vicio les leímos unos cuentitos de los que tenían en la escuela y de paso compartimos un “picadito” de fútbol, inédito por estas latitudes, donde el “home ron” todo lo puede… Pasamos una mañana agradable y el pueblo comenzaba a despertar. Conocíamos a más y más pobladores, entre los cuales uno de ellos, me enseñó a tocar un par de acordes del “Cuatro”, instrumento de cuerdas regional (como una especie de guitarra pequeña, pero con 4 cuerdas)
Despedirnos fue difícil. Quién sabe si volveríamos alguna vez y si lo hiciésemos cómo encontraríamos en un futuro este increíble pueblito de cuento. Lamentablemente el “avance” llegaría con sus carreteras de asfalto algún día poniéndole fin a la magia de Los Nevados y su gente
La vuelta fue de yapa: en el camión de las verduras, acostados entre cebollas, zanahorias y papas, mirando el cielo Protector…


De vuelta por la ciudad nos esperaban nuestros amigos Ricardo y Mimí. Ahora sí nos teníamos que despedir. Nos quedaban tan sólo 3 días y cruzar todo el lago de Maracaibo, hasta la ciudad homónima, para encarar la Guajira Venezolana para cruzar la frontera.
Salimos temprano y encaramos las carreteras de manera afiebrada. 12 hs. Sin parar. Cruzando de oeste a este nuevamente el país, saliendo de la zona más fría para entrar en la zona más caliente de la ciudad… Así es la vida nómade, queridos principitos. Pueblitos que se amontonaban al costado del camino desfilaban constantemente. Vendedores de frutas y limonada se veían asaltados por la presencia de estos “demonios”. Entre todo esto la “clandestina” comenzaba a pistonear excesivamente en la acumulación de Km. Dos tanques, más 800 Km. y llegábamos de noche a la ciudad de Maracaibo.


Escena típica Venezolana. Autos modernos y que consumen poca gasolina….

2- Por los caminos de los viajeros…

Llegados a la ciudad, buscando Bomberos para pasar la noche y descansar bien para salir nuevamente a la ruta, pasamos por una plaza que nos llamó la atención: en el medio tenía como monumento a un pequeño obelisco… y no sólo eso… sino que estaba estacionado un Falcon con patente argentina!!!! Dimos una vuelta y entre bocinazos y saludos reconocimos a nuestros compañeros de ruta que saldrían un año antes que nosotros. Bandera Latinoamericana son ellos. Esa noche pintó rancheada con “los Gurises” y vendimos algo sacando el parche en la plaza. Cerca de la medianoche emprendimos la retirada para buscar un lugar donde dormir. Nunca encontramos bomberos. El centro del imperialismo fue nuestro gran dormitorio: Mc Donalds…


Tempranito nos despertó el guardia y después de un desayuno regalado por uno de los empleados conspirados contra el sistema, que se encargó de sacarlo por la puerta trasera, hicimos un baño “turco” y salimos a los caminos en busca de un nuevo país…
El camino que separa la última gran ciudad, Maracaibo, de la frontera con Colombia, es la zona denominada La Guajira, zonas de comunidades originarias, los wayuo, que hoy, postergadas y olvidadas por el sistema se ven obligadas a subsistir con el tráfico de gasolina a lo largo de los 70 km que separa la zona de Colombia. Obviamente nosotros nos encargamos también de esconder bien unos cuantos bidones de gasolina como gran despedida a nuestro querida República Bolivariana.


En ese lento andar y sumergido en pensamientos por la despedida inminente de un cálido país y su gente que nos albergó durante tres meses, observaba el paisaje desolado y las casas típicas indígenas. La carretera no permitía ir a más de 60 km de lo destruida que estaba y entre música, pensamientos y charlas, nos vimos sorprendidos por una silueta gorda, blanca y argentina!!!!!


Síiiiii!!! En medio de la ruta, clavamos frenos ambas y nos reconocimos instantáneamente: los cordobeses de “La vida en combi” habían salido en diciembre del 2008 con destino Tijuana, en un recorrido similar al nuestro, sólo que empezando por el Pacífico y volviendo por el Atlántico los llevaría a recorrer toda Latinoamérica. Abrazos, anécdotas, recomendaciones, regalos de mapas, al rayo del sol, en medio de una carretera perdida entre dos fronteras. El tiempo no nos alcanzaba y hubiésemos preferido el encuentro con un asado, en una playa, en las montañas, pero el viaje y la vida tiene sus hermosos misterios que nos va juntando azarosamente, o no, a los viajeros, a los locos, a los poetas, a los desangelados, a los soñadores…

3- Good Bye Lenin…

Llegábamos a la frontera al mediodía y un dolor de panza se sentía, no sólo eso si no también un nudo en la garganta. Cuando uno está allí, es inevitable que lo invadan un montón de sensaciones. Expectativas y temores ante un nuevo país. Tristezas y recuerdos por el país y los amigos dejados atrás. Tensión fronteriza entre papeles, requisa, documentos. Todos sabemos, o casi todos, lo que significa una frontera. La palabra misma ya es chocante. Más si estamos en la banda que lucha por un mundo sin ellas, de ningún tipo…


Allí estaba el adiós a nuestra querida y hermana Venezuela. Su gente, que decir… No nos alcanzaría entradas de este blog para hablar tan bien de ella… Amigos eternos, parte de nuestra querida familia andante que denominamos “Amérika en Kombi” siempre estará en nuestros corazones. Pueblo solidario, que tiende puentes y lazos eternos que siempre llevaremos con nosotros. Y también “Huguito” que nos recibió esa mañana, allá en la distancia, por radio nacional y que siempre nos acompañaría a todaaaaaa hora!!!!



3 meses, 7000 km recorridos, infinidad de amigos y familia de corazón nueva, la solidaridad de los clubes de VW, las rumbas, su comida, las discusiones políticas, el caos vehicular, los paisajes de la gran Sabana, Mérida, los cayos, pero sobre toda las cosas lo mejor de Venezuela: su GENTE

4 -Ojalá que llueva café…COLOMBIA…

Y allí estaba, nuestro último país sin conocer de América del Sur (los del pacífico los conocíamos en viajes anteriores). Colombia. Con sus mitos, su prensa internacional negativa, pero con la mejor prensa de los viajeros. Entraríamos en un país donde su gente se desvive por atender bien al extranjero y donde como dice el slogan de publicidad turística, “el único peligro es que no te quieras ir…”


Después de los trámites de rigor y de lograr, a fuerza de tesón y pesadez, que la funcionaria de turno nos diera un permiso por 90 días tanto para nosotros como para la camioneta, encaramos hacia la zona denominada La Guajira, al igual que en Venezuela, pero colombiana. Resultado del ridículo concepto fronterizo…uno más…
Logramos que no nos revisen nada y así pasamos felices con nuestra gasolina bolivariana que tanto nos dudaría. Igualmente a los 5 km de la frontera, ya en territorio colombiano encontraríamos también a los wayuo sobreviviendo mediante la venta de gasolina en bidones. Eso sí, a 10 veces más cara que a 15 km de diferencia…
Queridos amigos y lectores, se acababa de esta forma, para nosotros, el paraíso petrolero. De aquí en adelante los km serían contabilizados y cuidados como juguete nuevo. Atrás quedaría la posibilidad de vagabundear, ir y venir, por los caminos errantes con nuestra querida kombi…


Nuestra primera parada en tierra colombiana sería el pueblo de Riohacha. Allí hicimos noche y buscando infructuosamente la estación de Bomberos, que nunca existió, nos dirigimos a la playita más cercana del centro para levantar campamento. Luego de unas empanadas gigantes al estilo de una tarta argentina y un rico helado por poco dinero caminamos un poco el pueblo que nos dio la sensación de ser un pueblo de interior donde todo el mundo sale el sábado a la noche a dar una vuelta a la plaza o a tomar un refresco y todos se conocen. No estábamos equivocados. Al volver a la kombi estacionada en el malecón, muchos curiosos se agolpaban alrededor de la diosa de la silueta… Saludos, presentaciones, éxitos y demás eran las primeras manifestaciones de colombianos hacia nosotros. Esa noche durmiendo tranquilamente a orillas del mar, empezábamos a experimentar “eso” que tanto se habla de esta gente y su precioso país…

Típicos trabajos Wayu. Los colores hablan


El siguiente paso fue dirigirnos a las playas que supuestamente eran turísticas para comenzar a reponer dinero a las arcas de “Amérika en Kombi”. Al entrar en Colombia, el dinero que habíamos juntado en Venezuela se dividía por 3 y encima la gasolina se multiplicaría por 50 veces. Es decir, tanquear nos salía 1 dólar y ahora debíamos juntar unos 50 para la misma acción… Qué mundo injusto..!!! snufsnuffff ( se nos caen las lágrimas…)
Nos dirigimos a las playas del denominado Cabo de la Vela. Las playas son amplias y bastantes desoladas. A pesar de ser el Mar Caribe sus aguas no son tan bonitas. Mal acostumbrados al país vecinos los turistas que llegaban en tours en buses no compraban demasiado y comenzábamos a preocuparnos gratuitamente. Duramos dos días en estas cálidas playas. La presencia de la comunidad wayuo es muy fuerte. Nuestra intención era tomar contacto con sus representantes para trabajar con la biblioteca. Lamentablemente nos encontramos con una comunidad muy cerrada y renuente a ciertos intercambios, o más bien, no supimos comunicarnos y explicarles correctamente nuestro proyecto…

Amor a la Colombiana: ¿un nuevo Francella (uuuhhhh) o un homenaje vedado a la parábola de Pablo, el patrón…?

Escenas típicas de la era-alianza Uribe-EE UU

La carretera está dominada por un entorno selvático donde antiguamente (y actualmente) era utilizada como la ruta de salida de las drogas vía Santa Marta, hacia el exterior. Zona de tensiones donde paramilitares, ejército, narcos y FARC luchan por el control del territorio. En una de esas pocas charlas que pudimos tener con los niños de las comunidades indígenas eran muy recurrentes los relatos de paramilitares persiguiendo y asesinando a los niños y adultos de las comunidades originarias. La madre tierra estaba en peligro y ellos no la abandonarían así nomás.
Al ir transitando esos pueblos y zonas, uno observa el despliegue militar al costado de la ruta con cierta consternación. Falta de costumbre, quizás. Helicópteros, columnas de humo en las sierras, donde supuestamente se estaban quemando plantaciones era el panorama… Y el piloto, entre todo esto, cargaba un bigote bien “paisa”… por las dudas, ¿no? Sólo una vez nos pararon para pedir los papeles de rigor, para concluir explicando que estaban para seguridad nuestra… ¿Qué loco, no? ¿Militares para nuestra seguridad? Tal vez nuestro incosciente colectivo argentino no nos permita entender “nunca más” esto…
La carretera dibujaba una recta costeando el mar, que por momentos se veía paradisíaco.

La presencia de ciertos carteles nos hacía pensar que éramos “locales”…



Llegamos al Parque Nacional Tayrona, con la ilusión y los relatos de ciertos amigos viajeros que habían disfrutado de la naturaleza y las cálidas playas de corales y arrecifes. La idea era quedarse y acampar un par de noches ya que sabíamos de esa posibilidad…pero…
Lamentablemente la entrada para extranjeros era un disparate: 15 dólares cada uno, sumado a los 3 dólares por día de estacionamiento, más el pago por acampar, más la comida, etc., etc., hacía imposible nuestra visita. Ayudados por un gendarme de Parque Nacional intentamos hacer “lobby” pero nada funcionó. Parques Nacionales les dio la concesión a una parte privada. Llamamos a esa parte privada por teléfono y nos dijeron que teníamos que hablar con guardaparques. Guardaparques nos dijo que teníamos que pedir un permiso en Santa Marta y así iba cayendo la noche hasta que decidimos partir y desistir hasta Santa Marta…
Esa noche dormimos al costado de la ruta rodeados de la inmensidad de lo que se denomina la Sierra Nevada, donde habitaban y habitan las comunidades originarias Tayronas y Kogis, descendientes de los primeros. La fuerza y la energía que transmite esas zonas es indescriptible…

5- En las tierras del Pibe…

Llegados a Santa Marta, donde no existe tren, ni tampoco “tranvía” instantáneamente fuimos seducidos y cautivados por la ciudad “dorada” donde el calor es lo que menos importa y el ritmo lo impone un puerto y sus cruceros de manera bien relajada. Ya habíamos escuchado sobre la identidad de los costeños y de su actitud de vida… No los culpamos…al contrario. Poco a poco nos fue transformando a nosotros también.


Ciudad con un centro colonial e histórico que limita con una extensión de playa que va desde el puerto hasta el futuro yacht club, regala al viajante unas fachadas y callecitas pintorescas que se debaten entre el pasado y el presente en una silenciosa tensión. Parecería haber un abismo entre la zona de Rodadero y el centro histórico. Esa enfermiza invención del hombre de plantar rascacielos horribles al costado, o mejor aún sobre la playa, con sus yates y demás…



La arquitectura colonial convive con la referencia al pasado: la sierra nevada, la tierra sagrada y sus comunidades originarias. En cada plaza hay alguna escultura, monumento, que habla sobre los verdaderos dueños de la tierra. En la realidad… todo al revés…



Por esos días conocimos a un loco que nos hospedó en su casa una semana, en el corazón del barrio calle 10 y carrera 5ta. Para quien conozca sabe de qué estoy hablando, para los que no tendrán que leerlo por otro lugar en un futuro. Los atardeceres y las azoteas de ese barrio merecen varias páginas. Ahí conocimos la denominada “brisa loca” que se presenta con el atardecer y a veces a la noche. Un viento arremolinado que baja de la sierra con toda la fuerza de sus antepasados. Dicen, quienes viven por allí, que algún día ese viento traerá la ira de los originarios Tayrona por haber dañado tanto la Sierra Nevada y le dará al hombre blanco una lección…



“Golden Santa Marta”
-Hombres de Fe

Entre esos días recibíamos un mail que tanto estábamos esperando con una simpleza que nos dejaba helado. La historia contada en unas entradas atrás decía que teníamos que conseguir alguna empresa naviera que nos colaborara para cruzar la kombi hacia Panamá. Gracias a nuestros amigos viajeros que están más arriba, en el continente, teníamos un mail de cierta gente que nos podía ayudar. Nuestra ansiedad y prisa hizo que nos presentáramos en la sociedad portuaria de Santa Marta sin una entrevista. “¿Qué hacemos?”-nos preguntábamos. “Y tirémonos el lance, total no perdemos nada”, nos respondimos.
Ante el pedido en la mesa de entrada nos comunicaron que quienes solicitábamos ya se habían retirado a unas reuniones a Barranquilla. Era viernes y hasta el lunes no sería posible. Nuestro ánimo decayó un poco. Hicimos las cosas bien y mandamos un mail. Decididos a relajarnos nos fuimos al pueblo de pescadores de Taganga y sus hermosas playas, para vender un poco de artesanías y relajarnos el fin de semana para lo que estaría por venir…

Fin de semana entre ventas y snorkel en Playa Grande, acampamos y dormimos por esas zonas. Conocimos a toda la comunidad de viajeros artesanos de Taganga que serían nuestros compañeros de algunas noches. El pueblito tiene esa mezcla de turismo de mochileros, pescadores y locales, que permite darle vida interesante a estas playas. Alejadas de la locura de Rodadero y de las turísticas y caras del Tayrona, este lugar se revelaba como una buena base para esperar respuestas…
Y así llegaron… ante la pregunta de “¿Por qué no revisamos el mail, por las dudas?”



Asombrados abríamos nuestro mail y nos encontrábamos con lo siguiente:
Martin, Martina:
Los espero mañana a las 7 y media am, en mi oficina.... Tengo reunión a las 8 pero veámonos para ver como les podemos ayudar con su sueño..... Un abrazo”
Nuestras emociones no tenían lugar para desarrollarse. Así de una. El mejor regalo de navidad y año nuevo podía suceder…
Esa mañana estábamos ahí antes que llegara hasta el que abre la puerta. Nos entregaron unas tarjetas y nos recibió una secretaria que con su mejor sonrisa nos ofrecía un desayuno, para declararnos luego “están en el lugar correcto…” La persona indicada no llegó, sino que llegó la persona designada para dedicarse exclusivamente a nuestro tema… Uahhhh!!!! Estaba al tanto de todo y nos alentaba y nos escuchaba las mil y una anécdotas que nos pedía que le contáramos de nuestra aventura. Nos explico que había que buscar una naviera, luego contenedores y todo lo demás, aclarándonos que podría salir en cualquier momento. Mañana como dentro de 2 meses… Cuando salimos creo que la sonrisa no nos cabía en el rostro. Es difícil describir esos momentos, cuando uno proyecta tanto y sabe íntimamente que se enfrenta a un gran desafío y demás. Esa mañana a desayunar un licuado y una arepa con huevo…A festejar !!!!



- Mecánicos II
Una de cal, una de arena, dicen… A dos días de la reunión, saliendo del estacionamiento de la Sociedad Portuaria que habíamos tomado por camping, la dirección de nuestra compañera infatigable hizo un ruido temeroso, que todavía hoy me resuena…”No va más”- parecía decirnos. “Después de 28 años, me cansé…” “Justo ahora”, pensaba para mis adentros. Con la ayuda de Internet logramos conocer a Juan Barón, que vivía en Santa Marta y él también tenía una kombi…Quién mejor para conseguir algo. Primero nos consiguió un parqueadero de un amigo para dejar la kombi y dormir y quedarnos todo el tiempo que quisiéramos. Su dueño, César, con el tiempo fue un amigo más. Llevando la kombi como pudimos (sin grúa, jamás…) y ese día descansamos.


Luego de averiguar infructuosamente sobre mecánicos de VW y repuestos, lamentablemente todos se encontraban en Bogotá, Cali, Medellín, tanto clubes de VW como repuestos y mecánicos, así que con la ayuda de un mecánico de frenos que trabajaba en el parqueadero de Cesar, y con mi inseparable manual de VW logramos desarmar la caja de dirección y encontrarnos con un ese esperpento… Antiguamente el de la izquierda era un rodamiento, rulemán, como quieran llamarlo, similar al de la derecha… Conseguimos unos parecidos en el mercado y nos pusimos a armar… Todo bien, con el pequeño detalle que el volante quedó al revés y la dirección estaba durísima… No esta mal para un exprofesor de Literatura, bromeaban los presentes….


No es la varita mágica, no es el bastón presidencial con el cual Néstor haría payasadas…es ni más ni menos, el timón de nuestras vidas… él dicta nuestro destino, él caprichosamente recorta el recorrido, él nos lleva, quién sabe, adonde…


(Con esa cara no le vendés a nadie…ni gratis…)

Paralelamente nos íbamos acostumbrando a nuestra vida de espera, de “sedentarios”. Por primera vez en nuestro viaje se nos cortaba el camino. Acostumbrábamos nuestros horarios a los horarios de los trabajadores del parqueadero: taller mecánico, pintura, taller de moto, alineación y balanceo, convivían en un predio enorme que a su vez hacía de estacionamiento. A las 7 arriba y a soportar el calor. Aprovechábamos ese “tiempo muerto” para trabajar y hacer más averiguaciones sobre barcos, cruces, trámites y demás… Y a su vez teníamos la posibilidad de conocer a una familia que nos enviaban los dioses con tanto amor… La familia Orozco que se encargaba de cuidar los coches y el estacionamiento donde vivíamos ahora nosotros, junto a ellos. Compartimos comidas, desayunos, nos prestaban el baño, como si fuésemos familia de toda la vida. César, el dueño, también se ocupaba de que nada nos faltara y que estemos cómodos…
Los desayunos de Chocolatada con hielo batida y buñuelos de Doris.

Grandes amigas: Mónica y Cristina, las hijas de Doris e Iván, se encargaron de la manutención de la bella princesa…

6- “Noches de Paz…”

Y se nos vinieron las fiestas… sin darnos cuenta, sin la prisa de última hora, las corridas de los regalos y todo eso que la gente “normal” hace… Para la ocasión sólo “empilchamos” a nuestra querida protagonista de esta historia con unas lucecitas navideñas… y la pasamos en el parqueadero en una fiesta de todos los trabajadores de los talleres y el estacionamiento… Mucha salsa, cerveza y “barbecued”. Un rejunte de gente muy relajada que prefiere compartir ese momento como uno más, con su gente de a diario, sin esas falsas cenas navideñas de familiares de una vez por año que ni se toleran… Tal vez sea justo, un mundo más transparente…



El árbol kombi: la Clandestina en todo su esplendor navideño…

Poniendo el toque argentino los hicimos deleitar con algo que consideran casi un despojo de la vaca… Riñoncitos a la Provenzal… La audiencia deliró hasta la locura, pidiendo un bis para el almuerzo del 25… La monada acepta con decoro…



La familia Orozco y “Amérika en Kombi”… festejando a lo “grande”



El Pibe y la Gorda.
Ellos. Gigantes. El zigzag los emparenta y la elegancia los distingue.


El más grande… después de D10S…
Antes de partir debíamos despedirnos del gran 10 de la historia sudamericana.



Agradecidos a César y su familia y a las chicas, Doris, Iván, decidimos partir con destino Cartagena. Seguros de comenzar y pasar año nuevo en la bella ciudad amurallada, debíamos ir preparando el terreno para la gran llegada de mamá Cristina, 2da visitante ilustre de “Amérika en kombi”


Nuestros amiguitos que nos acompañan en todo el camino, estaban contentos, tanta quietud impacientaba. Bob, Lucy in the Skly with Daimond (la flor), el Gato con Botas, grillín y la kombi cars…todos al unísono, entonando la canción…"Vamos de paseo…pipipi…”


7- Cartagena: Año nuevo, viajes nuevos…

Luego de transitar 3 horas la carretera más cara de la historia (gastamos más en peaje que en gasolina, unos más o menos 20 dólares…) la silueta de la muralla se imponía ante nuestros ojos. El Mar Caribe enfrente y el gran malecón que lo rodeaba. Llegamos un 30 de diciembre. Imagínense la agitación de una de las ciudades más turísticas y caras de América Latina… Allí estaba Cartagena de las Indias. Reducto de mochileros, imán de viajeros en carros, motos, motorhome y de turismo de elite en carruajes.


La primera noche dormimos dentro de la ciudad misma a un costado de la muralla, en la calle. Lamentablemente el ruido de los coches y la agitación nocturna poco nos dejó descansar, sumado al sol que calentaba la kombi mas que un horno ya a las 7 de la mañana Así que queriendo empezar un nuevo año con el pie derecho nos encomendamos a la búsqueda de un parqueadero con árboles, abierto las 24 hs y con canilla de agua… Va… un hotel para nosotros… En la búsqueda dimos con un estacionamiento cuyo dueño era un devoto religioso que nos tendió una ayuda, cobrándonos menos de un tercio de lo que valía estacionar día y noche y encima, tenía todo lo antes descripto.


Con lugar seguro para descansar nos dedicamos todo el 31 a “turistear” por la ciudad colonial. En cada esquina hay una historia que se olfatea, las callecitas de adoquines y el repicar de los caballos de los carruajes, hacen que uno se sumerja en el pasado. Tal vez lo malo es que todo esté armado para el turismo, paseos, restaurantes, comida, fotos, estatuas de esclavos y demás. Pero perderse por esas callecitas vale la pena y como quien dice terminar tomando una cervecita en lo de “Donde Fidel”, el reducto más famoso de salsa y auténtico de Cartagena. Un bolichón con paredes llena de fotos de personalidades del mundo de la música, atendido por un gordo, gigante, sonrira de marfil y cadena de oro, apodado Fidel. Pura salsa. Solo cerveza y ron. Parejas de ancianos bailando el son.



La noche va cayendo poco a poco y las plazas de la ciudad comienzan a quedar vedadas para quienes no tengan unos cuántos dólares para desembolsar en las cenas de año nuevo organizadas por los mejores restaurantes y hoteles que las rodean.
Nosotros, no estamos invitados.



No sólo de magia vive Colombia…



Plaza Santo Domingo. ¿La gorda Matozza? Botero…

Después de un baño a la luz de la luna con manguera en el estacionamiento, nos preparamos para recibir nuestro nuevo año de “Amérika en Kombi”. Cenamos unas porciones de pizza y unas cervezas para brindar en la Plaza de la Trinidad, cercana a nuestro estacionamiento en el barrio de Getsemáni.


Las doce dictaminan un nuevo año y lo observamos llegar sentados, los dos, solos, como al comienzo de esta historia, en la muralla de la ciudad antigua, con una luna llena de fondo…
Así es la vida, queridos principitos, bella y simple, misteriosa y engañosa, pero sin dudas atrapante… Como esta historia misma, que no nos cansamos de repetir, es vida… Los vamos dejando desde la ciudad encantadora, disfrutando de unos días familiares y de unas mínimas vacaciones junto a mamá Cristina…



Nuestras caras delatan felicidad y no sólo eso. Les tenemos guardadas algunas sorpresas, seguramente, para la próxima entrega… pero para eso falta y bastante…
Nos vamos despidiendo de a poquito, amigos y seguidores y esperamos que como a nosotros este nuevo año les traiga sorpresas y más sueños por soñar y realizar…

PD. “Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es.” (Borges)

Desde Cartagena, Colombia.
Abrazos y Besos Viajeros, de año nuevo...
Próxima Estación, ESPERANZA.

Hasta el Infinito, y más allá…









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