martes, 10 de agosto de 2010

Capitulo XVI: "Uniendo las Américas"

Caminante se hace al camino…

Por dónde comenzar, ¿no? Tanto tiempo y tanta agua bajo el puente, y bajo nuestros pies… Como quien dice para ir organizando esta historia de capítulos inacabados, de relatos enroscados, de caminos perdidos e imágenes borrosas, allí estamos los dos, de este lado, o mejor dicho del otro lado de América deseando que nuestra inquebrantable compañera cruce la mar en su hermoso contenedor, mientras estos dos van errando por el camino del viajero, ahora devenidos en navegantes…



La última postal de tierra colombiana, corresponde a la banda de “Chichi”, el dueño de una pensión muy loca, en la que el azar quiso que nos encontremos con este grupo de amigos del camino, todos con sus historias a cuestas, músicos, artesanos, libertarios, vagamundos… El tema fue que ante la inminente salida del barco que llevaría a nuestra kombi desde Colombia a Panamá, como suele pasar, ley de Murphy, dicen, un papel no se había presentado a tiempo. En ese entonces, estábamos con un pie en el estribo del bus, y una llamada de la fundación del puerto de Santa Marta, nos paró en seco… Otra vez!!!!! Maldecíamos y así fue. Resumen, para no aburrirlos: la kombi no fue embarcada, así que había que esperar al próximo embarque de la semana entrante, con el problema que la camioneta ya estaba encerrada en el contenedor con los precintos correspondientes de aduana y demás, por lo cual no se podía sacar. Para peor, nuestra visa vencía y la de la Clandestina también, así que hubo que pagar renovación por ambos y hacer nuevos papeles para la gorda. El chiste fue de unos 70 usd. Así que en esa semana encontramos refugio en la pensión de “Chichi” que nos prestaba dos hamacas, en la famosa playa y antigua residencia nuestra, de Taganga. Con lo justo en los bolsillos calculando una semana para llegar a Panamá, comenzábamos mal y encima de este lado…pero el día llegó. La kombi subió al barco y a correr se ha dicho… Teníamos 7 días libres de bodegaje en el puerto de Panamá, después 50 usd. por día de recargo….


Esa misma tarde noche salimos de Santa Marta a Barranquilla en bus local, llegamos de noche y esperamos unas horas para subirnos a otro bus que nos llevara hasta Montería y de ahí nos subimos en una camionetita pick up, después de pelear el precio y llegar a un importante descuento, para llegar hasta Turbo, último pueblito continental, abandonando ya sí la tierra de Sudamérica. Lamentablemente el descuento tuvo su resultado: 4 hs a los saltos y con lluvia, maldiciendo a los que iban en la camioneta!!! Los peores caminos del mundo, hasta ese momento, se hacían presentes, en la cajuela trasera de una camioneta que volaba velozmente hacia el destino.
Llegados a Turbo debíamos conseguir un lugar en unas lanchas que te llevan hasta Capurganá, un pueblito en el medio del Tapón del Darién, todavía en territorio Colombiano. Obviamente, cuando encontramos el muelle el barco ya se había ido, por lo cual teníamos que quedarnos a dormir una noche en Turbo, cosa que no se lo deseamos a nadie, encima había elecciones municipales al próximo día, o nos quedaba la otra de tomarnos otro barquito a otro pueblito para luego tomar otro y otro… y así fue… con 20 hs. de viaje encima dejamos la tierra firme por un largo tiempo

2. Remontando el mítico y temible “Tapón del Darién”

Ante la única opción que nos quedaba el barco nos llevaba hasta un pueblo llamado Acandí, y nos juraban que allí encontraríamos a alguien que nos llevase hasta Capurganá, pueblo donde se sella la salida de Colombia. 3 hs. de viaje con olas bastante importantes hacían de la señorita Martina, un ovillo de nervios y lágrimas. Si no se le curaba su pánico al agua, de esta forma, no habría otra.



A nuestras espaldas empezaba a aparecer el temible Darién y entre sus frondosas formas verdes, comenzábamos a entender algunas de las razones de la imposibilidad de una carretera… Parecía reírse de nosotros y de unos cuántos viajeros más… cuando la lancha frenó en nuestro destino, cruzamos unas miradas con mi compañera, de esas de “cómo salimos de acá”, “adónde nos metimos”, etc. Pueblito de selva a orillas del mar caribe, detrás del Darién. Un “Macondo” profundo, con sus callecitas de tierra y un sol que rayaba los huesos. Una pulpería y licorería de esquina, dos o tres niños, jugando al fútbol descalzos, unos cuantos afiches de políticos municipales, una iglesia. Eso es todo. Imaginen ahora a dos forasteros llegados por “error” y encima con pinta de “gringos”…Después de todo, quien les escribe, cruzo unos pases de fútbol con los niñis, y las miradas y el clima de tensión iban cediendo. Martina sacaba a relucir collares y artesanías y las mujeres del pueblo comenzaban a acercarse. Resultado: fuimos invitados a almorzar y cambiamos unas artesanías por el viaje en lanchita hasta Capurganá, en el bote de un viejo pescador. Otra vez más, el camino nos seguía enseñando. Gracias por haber perdido la lancha conocíamos un pueblito bien local sin turistas y a su gente en el medio del Darién


En una horita hacíamos puerto, luego de “surfear” varias olas en la lanchita del pescador que nos llevó. A cada ola que arreciaba con nuestra embarcación, un trago de aguardiente…
Luego de 24 hs. sin parar y dormir, conseguimos un camping que nos alquilo un cuartito al mismo precio que la carpa, ya que llovía demasiado. Creo, que nos acostamos a las 7 de la tarde y no recuerdo si comimos, pero que dormimos, dormimos.



Al otro día salimos a recorrer el pueblo, por sus calles, sin autos, solo bicicletas y caballo. Calles angostas con almacenes de a todo suelto. Clima campesino, pero también militar y paraco. Las playas de Capurganá y especialmente La Miel, son increíbles. Arena blanca y arrecifes y corales por donde se mire. Lamentablemente no teníamos mucho tiempo y nos juramos pasar en otra oportunidad sin tener que correr. Sellamos pasaporte de salida de Colombia y a la tarde, nos volviamos a embarcar, hacia otro pueblito:


Allí debíamos averiguar por la llegada de un barco carguero que estaría esperando en el primer pueblo panameño, llamado Puerto Obaldía. La idea era hacer campamento del lado colombiano ya que todo sale más barato. En Panamá la moneda es el dólar.



Comiendo magos con los niños locales. Sólo subirse a un árbol y tomar uno. Así de simple



Sapzurro es un pueblito “tranquilo” que generalmente se utiliza de puerto para los veleros que llevan turistas y mochileros en el cruce de Cartagena, Colombia, hasta Panamá, Cartí, pasando por las comarcas de los Kunas. Uno de los últimos paraísos indígenas, que tiene sus días contados. Distintas islas, con un gobierno autónomo, con su propia cultura y su propia lengua. El contacto que tienen es a través del turismo, que lamentablemente a hecho poco a poco introducir todos los males de la “civilización”…


En ese deambular, nos reencontrábamos con el mexicano David, un antiguo compa en Taganga, guitarrista, músico y viajero, él; y conocíamos al chileno que nos hospedó en su camping a cambio de nada. En lo del chileno, trabajaba un patagónico, que hace tiempo había cambiado la nieve por el caribe… Dentro de ese increíble universo, conocimos a un matrimonio cubano y su hijo, que estaban de periplo en periplo buscando refugio político que el encargado de la frontera de Panamá se lo negaba constantemente, amparado en la impunidad de un pueblito en el confín del Darién, asumiendo atribuciones de dueño de país y violando todas las convenciones internacionales.



Luego de recibir noticias sobre el carguero que llegaba ese mismo día a Puerto Obaldía, nos despedíamos de los compas del camino y nos embarcábamos, otra vez, sí, otra vez, hacia la frontera Panameña. Estábamos bastantes nerviosos debido a las anecdotas que se contaban del viejo encargado de migración, que según la cara, te permitía entrar al país o te deportaba y además estaba todo el mito de los 500 usd por persona que exige el gobierno de Panamá, más un ticket de vuelo de regreso. Y encima la tormenta que se avecinaba…

Mais um… y ya van…



Típico transporte utilizado por los viajeros para cruzar todo el mar caribe durante 7 días…



3. La carrera contra el tiempo o, El último, que apague la luz…

Llegamos. Después de una odisea de una hora y media en la que el lanchero no tuvo mejor idea que ir a ver un paquete que flotaba en altamar (recuerden que esta zona es la de mayor transito de droga de Colombia hacia Panamá, para luego ingresar a EE UU) y que no resultó ser lo que todos creíamos, si no algo peor… Lo abandonamos y en el barco se hizo un juramento de no hablar sobre lo visto.
Pie en tierra. Día gris, olas gigantes y mucha mugre. Levantamos la vista y la bandera de Panamá flamea. Foto. Unos tipos uniformados con ametralladoras, nos gritan y nos ordenan que no se puede sacar fotos. “Bienvenidos a Puerto Obaldía” pensamos. Nos hacen entrar por un pasillo en fila y van revisando todo, absolutamente todo, con cara de pocos amigos. Los colombianos por un lado y el resto en otra fila. La discriminación y persecución llega hasta aquí. Todo muy tenso, muy Apocalypsis Now.
Pasamos el control y llegamos a aduana y justo frente a nosotros pasa el viejo encargado de la oficina, a los gritos deportando a un colombiano y el colombiano a los gritos que lo va a denunciar y todo eso y mamáaaaaaaaaa, nos decimos. Va estar fulera la cosa.
Entre fotocopias y fotocopias que debemos sacar, nos enteramos que el local es de la hija del viejo de admisión. Negocio redondo, todo en familia. Nos aconsejan aprovechar ahora que está con el colombiano para ir y que nos atienda el hijo. Trámite rápido, ante la pregunta de los 500 usd, mostramos una vieja tarjeta vencida de VISA, y listo el pollo. ¡¡¡¡¡¡¡Estamos en Panamá!!!!!


La pista nueva para avionetas que se inauguraría esa semana con un vuelo hacia Panamá City.



Típica callecita del pueblo.


Nuestra querida embarcación que nos debería llevar a Panamá City.
“Lya del Mar”


Allí nos encontramos con todos los mochileros del mundo que hacen la travesía del cruce del Darién. Nacho, el cordobés, David, y una pareja de bolivianos que vivía en Argentina y estaba recorriendo el continente en una camioneta Toyota Hilux. Todos nos uníamos a matear en la plaza del pueblo y a jugar al truco para matar las horas muertas. La primera noche dormimos en la carpa en un descampado, cerca de la playa, pero la lluvia nos obligó a buscar otro refugio y logramos negociar entre todos con la dueña de una de las dos pensiones que hay en la isla, un precio de 3 usd por noche. Nuestro presupuesto era bien justo para los barcos y la comida. Eso no incluía alojamiento. Por suerte a Martina se le ocurrió traer las artesanías que más de una vez nos salvaron…
Ahí caímos entonces todos, en la pensión de la viejita Cande, que también era dueña de uno de los dos comedores…Ya empezábamos a un día de entrar, a sentir que estábamos “atrapados” por una lógica devoradora de pueblo de frontera y encima en el medio del Darién. El pueblo se recorre en una hora y después de eso no hay mucho para hacer. La comida es todo un problema, ya que cuando se empiezan a juntar mochileros, no hay nada que alcance. Hay sólo 2 almacenes con enlatados. Carne no hay y las gallinas del pueblo, inundadas por todos lados, o las venden. Si hasta una noche pensamos en salir a “bolsear”.
Las opciones eran 2: o salir en el carguero que decían que salía dentro de 2 días y tardaba 3 para llegar o tomar la avioneta que saldría dentro de 3 días y llegaba en 2 hs. Los precios eran casi los mismos, nada más que en el barco uno podía conocer todas las islas Kunas, ya que el barco se encargaba de llevarle mercadería por todas las comarcas. Nuestro problema es que llegábamos justo de las dos formas el día que nos vencía el plazo para retirar la camioneta sin pagar los 50 usd de recargo por día. En cualquier caso teníamos que quedarnos 2 o 3 días en Obaldía y eso es la muerte…
La espera se hacía larga y mirábamos con nostalgia el muelle. Por esas horas, planes de los más disparatados hilábamos entre todos los mochileros. Encima se corría el rumor que los cupos ya estaban vendidos para el vuelo y para el carguero. Todo parecía jugar en nuestra contra. Y llovía y llovía. Y la comida empezaba a escasear…


El día del vuelo llegó y el carguero seguía sin salir y posponía la salida para dentro de 2 días más. Ya no llegábamos. La carrera contra el tiempo era inminente. Parecía haber sólo un ganador. Temprano ya, el pueblo estaba convulsionado. La pista no se usaba hace1 año. La tormenta era implacable. De repente se escuchó el ruido de motor de la avioneta y se vislumbro un punto entre las nubes. La nave giraba en circulos sobre la pista y como quien dice ilusoriamente, en un segundo se devolvió por el lado de donde venía. Estupor. Miradas. Gritos. Quejas. “El vuelo se suspende para mañana” solemnemente aclara la cuñada del viejo de la aduana que vende los tickets. “Y ahora. ¿Quién podrá defendernos?”, se escuchó por ahí. Páramos demasiado lejos y salvajes para el chapulín colorado…
Ahora comenzábamos a entender la densidad y profundidad del temible Darién. Ese estrecho de tierra y selva impenetrable que comparte Colombia y Panamá, sin caminos, ni rutas transitables, que separa Sudamérica del resto de América. Donde además conviven y habitan la región la guerrilla, los militares y los paramilitares, abusando y utilizando a las comunidades indígenas.

Escena típica por esos días. Comedor de Cande, lluvia y nada qué hacer. (Fíjese el detalle detrás una viejita diminuta con capucha: Cande)


El desmadre que se armó fue tal que comenzaron a decir que nadie iba a viajar y había que esperar como una semana más. A esa altura, todos ya creíamos que todo era parte de una confabulación entre lancheros, aviones y dueñas de comedores y pensiones para que el viajero se quedase varado más tiempo y así exprimir más el poco dinero del mochilero. No se cómo pero se organizó una y empezamos a juntar unas 30 personas que tenían prisa por llegar y a juntar unos 40 usd por persona para conseguir una “panga” como la llaman aquí que nos llevase hasta por lo menos ciudad Colón o Cartí. Parece que la unión hace a la fuerza y en menos de 2 hs. ya teníamos un charter organizado para el próximo día bien temprano, ya que el viaje duraba 10 hs en lancha. La última noche la vieja Cande no nos cobro la habitación y encima nos dio cena gratis. Al final la viejita también tenía su corazón… Días de banana, arroz y frijoles se terminarían…

Las caras lo dicen todo.

La mañana despertó con una tormenta y un viento fuertísimo. Las olas que se observaban en el paradisíaco caribe hacían temer a los tripulantes. La odisea fue una tortura. Como si los dioses del Olimpo castigasen nuestra impostura hacia los personajes de Puerto Obaldía, ordenaban al dios Poseidón, a hacer de las suyas. 30 tipos saltaban y se rompía la columna con olas de 3 a 5 mts que la lancha con 2 motores de 200 caballos cada uno cortaba con su proa. A veces era mejor no mirar. Para peor la gente local que viajaba a Panamá, se persignaba y rezaba el rosario. Por momentos la paliza parecía calmarse cuando entrábamos entre dos islas, pero después seguía y seguía.



Lamentablemente sólo hubo dos paradas y las comarcas Kunas pasaban de largo. El paisaje bellísimo con sus aguas transparentes, invitaban a abandonar este calvario para disfrutar de las comunidades. Pero no se podía. El tiempo, el tiempo, maldito invento.
Paramos en la isla El Porvenir, para presentar papeles y eso nos permitió refrescarnos 1 minuto en las cálidas aguas y luego en otro pueblo para cargar combustible para los motores.

Las comarcas Kuna Yala se autogobiernan y son como una Nación aparte de Panamá.

Típico trabajo Kuna. Telares llamados “molas”



Después de 10 hs. de suplicio y de jurar y recontra jurar que nunca más en nuestras vidas nos subiríamos a una lancha, hicimos puerto en un muelle pequeñito entre lanchas escondidas entre ramas, en un pueblo que no recordamos el nombre (imagínense ustedes después de terrible malambo) a unos 15 minutos de la ciudad de Colón, famosa por su alto índice de homicidios, que la posiciona en el top five de Centroamérica… Cosa de pavo, no?
Lindo lugar para debutar en Centroamérica… Y así fue, y así es una de las experiencias más fuertes que tuvimos hasta el momento junto al cruce del Amazonas.

4. Tierra firme, otra vez…

Llegados a tierra firme el raid marítimo duró en total unos 5 días, entre lanchas y pueblos. El recorrido fue: Santa Marta-Barranquilla- Montería- Turbo- Capurganá- Sapzurro (fin Colombia)- Puerto Obaldía (Panamá)- El Porvenir- Cartí - Ciudad Colón. Para el viajero o mochilero que lo intente comunicarse con la agencia de turismo “Amérika en Kombi”.
Y como ustedes saben queridos principitos, en este viaje no estamos solos, sino más bien, que nosotros acompañamos a nuestra heroica kombi VW. En ese entonces era un viernes por la tarde y ya no llegaríamos a retirar la camioneta del puerto de Manzanillo en Colón. Nos quedaba solamente un día libre, que sería el sábado, así que nos dispusimos a trasladarnos cerca del puerto para conseguir un hospedaje baratito para salir bien tempranito al puerto.
Al llegar al puerto al otro día, nos dábamos cuenta de lo inmenso que era todo y que no contábamos con la ayuda de nadie. Así que este es el resumen acotado de los acontecimientos:
Al llegar a la empresa Maersk, esta abría recién a las 10, así que desde las 8 tuvimos que esperar y en esa espera fuimos averiguando los pasos a seguir para “liberar” un vehículo. Lamentablemente, nos decía una señora detrás de un escritorio, necesitaban un permiso que se tramita 48 hs. antes pidiendo permiso a Aduana para la apertura de un contenedor. Eso quería decir que debíamos esperar hasta el lunes y martes y como consecuencia comenzar a abonar 50 usd por día por el uso de instalaciones portuarias. Nos quedamos helados y mirándonos uno al otro no sabíamos que hacer. Llegamos a las 10 de la mañana a la empresa Maersk y ante nuestros suplicios comenzaron a hacer averiguaciones. Con tantas personas hablamos que ya no recordamos, pero creemos que llegamos a hablar con el jefe máximo de todo el puerto, porque llegamos a un acuerdo, que nos dejarían sacar la camioneta del contenedor, para pasarla a un predio fiscal donde el lunes recién la podríamos retirar ya que los sábados no operaba la policía y aduana portuaria y si queríamos la podíamos contratar pero a un precio de 100 usd la hora!!! Nos movimos rápido y en equipo y en cosa de 2 hs. ya todo el puerto sabía de nosotros y nuestra travesía continental. Algunos solidarizándose, otros queriendo sacar algún rédito. Cosa que a las tres de la tarde lograba volver a tener contacto directo con mi tan amada Clandestina, pobrecita deshidratada, como en lata de sardina después de casi dos semanas sin vernos.
Algunos dicen que hubo lágrimas y promesas eternas. La cuestión es que después de miles de trámites de acá para allá en un radio de 3 km la gorda quedo fuera del contenedor y en un patio sin generar gastos hasta el lunes… Costó, pero lo logramos. Otra vez salíamos con más enseñanzas y veíamos que todo es posible.


A pasear se ha dicho… Ante tanta locura y corridas, teníamos el sábado y domingo para disfrutar así que salimos de la horrible ciudad de colón rumbo al sur, hacia el pueblo de Portobelo en la costa caribeña. Antiguo bastión español, servía de fuerte, el más importante de toda la región, hasta que el pirata Morgán se encargó de saquearlo y destruirlo todo, utilizando una táctica novedosa que no esperaban los defensores de la corona. En vez de entrar por la bahía y ser “carne de cañón” entró por tierra dejando al descubierto la flaqueza de la retaguardia de los españoles. De ahí, ante la caída del principal bastión, es que se comenzó a construir a Cartagena, en Colombia.

Nuevos amiguitos.


Postal feliz: la familia unida. Reencuentro en Centroamérica.


El lunes llegó y como pasase el sábado hubo que correr de punta a punta para poder sacar a la gorda del puerto y devolverla a donde mejor le sienta: la carretera. Miles de papeles y firmas para entrar a Panamá. Luego de 3 meses y medio el tiempo volvía a ser nuestro y la carretera nos permitía llegar hasta donde quisiésemos. La libertad, volvía a acompañarnos y el estar de este lado del continente nos llenaba de orgullo y felicidad ante tal proeza. Recordábamos allá en los orígenes cuando nos preguntaban cómo haríamos y con qué plata para cruzar a Centroamérica la kombi y respondíamos con un “no sabemos” y una sonrisa… Sólo nosotros sabemos interiormente lo que nos costó y el crecimiento que generó en nosotros tal situación. Mientras muchos están en sus sillones esperando que les traigan el mundo, nosotros habíamos decidido a salir a buscarlo, y en este viaje nos jugábamos muchas cosas. Pero aquí estamos, amigos y seguidores de esta aventura, sí, ya de este lado y deseosos de salir y seguir por conocer.



La nueva tripulación desde Puerto Obaldía.

Campamento gitano


Desde ciudad Colón salimos al atardecer hacia Panamá City, con nuestros dos nuevos tripulantes, Nacho y David. Cruzamos todo el istmo de Panamá en su punto más angosto desde el mar Caribe hacia el mar Pacífico. Obviamente que nos perdimos entre autopistas y autopistas y llegamos a pagar peaje por sólo hacer 1 km… Llegados bien de noche y no sabiendo donde dormir dando vueltas por la ciudad encontramos en pleno centro un campamento ya armado donde vendían carpas y tiendas de acampe. Nos miramos los cuatro y dijimos, esta es la nuestra!!! El encargado no era otro que un paisa (Colombiano, de Medellín) que al segundo nos ofreció las suyas gratuitamente hasta la próxima mañana. Y así fue nuestro debut en la gran ciudad: podemos decir que acampamos en el medio de Panamá City, algo a sí como Callao y Corrientes, para los lectores argentinos.
Auténticas obras de arte modernas: los diablos rojos.

A las 5 de la mañana comenzaba el despertar de la ciudad y con él, el enfermo ruido ensordecedor de los famosos “diablos rojos”. Medio de transporte más popular de Panamá, donde cada uno es decorado según el gusto, tanto por dentro como por fuera. Algunos hasta parecen un boliche bailable con paredes de sonido detrás que a puro reggaeton van descubriendo la ciudad.


De ahí nos fuimos al casco antiguo de la ciudad. Conseguimos “parquear” la kombi frente al hostel más conocido de Panamá y logramos que nos presten el baño y las duchas y hasta pudimos cocinar. Amparados por nuestros amigos de carretera, Nacho y David, nos quedamos unos cuantos días, vagabundeando por los rincones de toda la ciudad.



La ciudad colonial es punto turístico obligado, con callecitas de adoquines y construcciones coloniales, se asemeja a Cartagena, pero con menos glamour….


Casa antigua, cerca del antiguo puerto, con forma de proa de barco.


Contraste brutal: la nueva Panamá, Panamá City y la antigua Panamá.


De a poco nos íbamos acostumbrando a la ciudad y sus malestares, después de tanto tiempo lejos de ellas. La ciudad de Panamá está organizada alrededor del consumo. Uno camina sus zonas comerciales y los letreros los inunda a uno, con tantas ofertas. Imposible no sucumbir a tal situación, y nos vemos presos de ellas comprando cada uno un jean por sólo 1 usd!!! Sí escucharon bien, si uno quiere vestirse de pies a cabeza no puede gastar más de 10 usd. En la ciudad del consumo se nota fuertemente la presencia gringa desde hace casi 1 siglo. Cadenas de comida, estilo de arquitectura y forma de vida en la ciudad. Todo remite a una vieja película yanqui.

5. Uniendo las Américas…


Así es, queridos amigos, encontramos la veta comercial de nuestro sueño de recorrer Amérika latina en una kombi y la llevamos a Panamá. Sólo que le cambiamos el color por unos días no más. El afiche nos inspiró y la estadía nos transformó en turistas hambrientos de conocer lugares y sacar fotos a lo que sea al mejor estilo japonés…

El famoso canal de Panamá, por el cual pasan cerca del 80% de toda la mercadería del mundo. Antiguamente administrado por los EE UU y ahora en manos de los panameños a partir de 1999.

El sistema de esclusas permite conectar al mar Atlántico, con el mar Pacífico, mediante una laguna artificial y una serie de esclusas que van igualando los niveles de agua y de esta forma permitir el paso de gigantescos barcos. Las cifras son millonarias y detrás esconden una historia de sangre y explotación de 30 000 obreros muertos y la de un país, metido en el medio de Latinoamérica, tomando decisiones políticas que no le corresponde. Los norteamericanos firmaron en el siglo pasado un contrato por 100 años que les cedía la construcción y la administración de todo el canal y sus consecuentes ganancias. Una de las grandes obras arquitectónicas de la humanidad, también esconde su lado estratégico y político.

Un descanso entre tanto vagabundeo. Parrilla símil argenta, con cerdo y bananos a las brasas… una exquisitez.

Familia proletaria en plena marcha de la Confederación de trabajadores.

El último fin de semana, fuimos invitados por el club de VW de Panamá a dar una vuelta por la ciudad para llegar a un encuentro de autos clásicos. Invitados de lujo, nos pasearon por toda la ciudad. Foto de colección.

Lo clásico y lo nuevo. Walter Benjamin.

Una de las sorpresas que nos tenían guardadas era la de pasar con la karavana por el emblemático “Puente de las Américas” que supuestamente, y enfatizamos, supuestamente, une al continente Americano. Como ustedes han leído, queridos amigos, esa es una gran mentira, pero así y todo el puente cruza todo el canal de Panamá y cuando lo cruzamos una gran emoción se vivió dentro de la Clandestina., sintiendo por momentos la piel de gallina. Tal vez sea muy difícil describirlo, pero estar ahí, con la kombi, cruzándolo, desde Argentina, para nosotros era todo un logro…

Postales de “Amérika en kombi” uniendo el continente.


El mirador “Puente de las Américas” es un homenaje a la presencia de la comunidad china en el país. Desde allí se puede observar a lo lejos el tránsito de los grandes barcos por el canal.


Para finalizar ese gran día terminamos en la exposición de autos clásicos, donde la Clandestina, ganó una mención, por ser el auto que llegó de más lejos (más de 20 000 km) a la fiesta. Gracias a la gente que se acercó y al domingo soleado, logramos vender bastantes camisetas para poder seguir el camino del viajero. Esa noche dormimos en la casa de nuestra amiga y anfitriona Alejandra, que nos alojaron muy amablemente.

Alejandra (presidenta del club VW Panamá) que tanto nos ayudó y su increíble familia.




Y llegó la carretera y no cualquiera… la famosa Panamericana o Interamericana que llega hasta Alaska. Lindo debut en los caminos de Centroamérica. Todavía no podíamos creer que estábamos allí y que ahora, nada ni nadie nos podría detener. Comenzamos a delinear nuestro derrotero hacia el norte. La idea era subir por el mar Caribe pero la s pocas o inexistentes rutas hizo que vayamos de un lado a otro y de las distancias ni hablar. Pensar que desde el extremo más al sur de carretera hasta la frontera con Costa Rica, no hay más que 500 km!!!! Y uno ya está en otro país. Por esos días recordábamos las infatigables distancias de Brasil, donde pasábamos días manejando por sólo un estado…


Politik Kills…

Llegados a la costa pacífica nos encontramos con la misma sorpresa que en varias partes de América. La costa está siendo vendida y uno ni siquiera puede acceder a ella con el automóvil. Dando vueltas y vueltas por varias playas, no encontrábamos entradas para parquear y poder dormir y disfrutar del mar. Así es que dimos con un hombre que preguntándole amablemente donde podíamos llegar a la playa, nos invitó a su futuro hotel y restaurante en construcción que aún no había sido abierto. La playa era San Carlos y esa noche fuimos huéspedes de honor ya que Bruno, el dueño y Giorgio el socio y cocinero nos deleitaron con unas pastas caseras a la carbonara con un queso parmesano traído de Italia.
Esa noche el calor se hizo sentir y nos anunciaba lo que iba a venir en Centroamérica…
A la mañana salimos a dar unas vueltas y a disfrutar del mar, pero realmente no era muy lindo, asi que nos conformamos con el río San Carlos. Decididos a marcharnos a la montaña en búsqueda de un clima más acogedor, emprendimos el camino de la carretera.

No es el Caribe, Postal made in Italy.


6. Secretos en la montaña…

Apurados por la llegada de la Semana Santa, nos fuimos para un pueblo bien turístico a aprovechar las posibles ventas. Nos habían hablado en el camino mucha gente de un lugar llamado El Valle de Antón, cercano a unos 50 km de la carretera interamericana hacia el lado de la cordillera central. Se dice que antiguamente lo que hoy es el pueblo era el hoyo de una laguna de volcán. Muchos hablan de la energía de ese sitio como pocos otros. Y si de probar vibra se trata, hacia allá fuimos. El camino es bastante complicado para una viejita gorda y descolorida, llamada Clandestina. Más aún si venía de una larga estadía de estancamiento marítimo. Muchas subidas, muchas curvas y contracurvas y bajadas. Por momentos los heterónimos de la camioneta se volvían más evidentes y ni hablar más adelante… Con ustedes, “La Trepadora”…



Rodeados de montañas, con muchos ríos de vertientes naturales, muchas flores y un clima increíble, conseguimos un descampado cerca de una cascada de bajo de unos pinos para levantar el campamento gitano en movimiento “Amérika en Kombi”. Durante el día y en las mañanas el solcito ameritaba unos ricos baños y a la nochecita refrescaba bastante para dormir dentro de la “camio” sin derretirnos.

Ducha y spa natural, con quetzales incluidos cantando al amanecer.

Ni bien llegados recorrimos las calles y en poco tiempo ya éramos el fetiche del pueblo. Conseguimos un lugar para “plantar” nuestro puestito y la gente comenzó a llegar lentamente al Valle para disfrutar del fin de semana largo, y después a la kombi. El Valle es un pueblo típicamente campesino, que sufrió en los últimos 10 años la “colonización” de jubilados norteamericanos que se pasean en sus carritos de golf por las calles y se relacionan sólo entre ellos y en sus propios bares y restaurantes. Cosa muy común en Panamá que comenzábamos a descubrir.





En el puesto conocimos a dos nuevos amigos y compañeros de rutas que viajaban en una kombi VW traída desde Alemania hasta Nueva York, desde donde subieron hasta Alaska y luego comenzar a bajar hacia Ushuaia. Matías venía buscando una camiseta de con una kombi hacía rato y así nos conocimos. Luego los invitamos a acampar junto a nosotros y después vino la amistad. Martina le enseñó a Hanna macramé y en sólo dos días ya era todo una artesana. Y por mi lado le enseñé a Matías a hacer un pollo a la parrilla...



Disfrutando de nuestras veladas nocturnas después de un día laboral.



Lo más lindo del Valle es el mercado municipal, donde los domingos llegan todos los campesinos de las zonas aledañas a vender sus productos. Todo es muy orgánico y además los precios son muy accesibles. La gente celebra mucho los domingos ya que va a misa y luego a beber todo el día. Casi siempre se nos pegaban bastantes en la kombi a “charlar” tres horas y a invitar unas “birras”. La camioneta y el puesto lo trasladamos, ya estábamos muy alejados del centro y ahí conocimos a “Los Parces” , el mejor puestito de venta de pollo y hamburguesas asadas y batidos, hecho, obviamente, como el nombre lo indica, por Darío, un Colombiano oriundo de Santa Marta. El cambio de lugar no sólo produjo más ventas, sino que nuevas y valiosas amistades. Fanático de la carne, hubo más de una oportunidad de cocinar asados y hamburguesas caseras de carne para deleitarnos por las tardes soleadas.
Ahí conocimos a toda la banda de colombianos en movimiento por esas zonas, que incluye tanto el Valle como algunas playas del pacífico.

A plena cocina y, meta mate.


Darío siempre tan atento, solidario y gentil, nos esperaba siempre a la mañana con un desayuno increíble y de noche cuando nos íbamos siempre nos daba algún “paquetito” para que comamos. Esas amistades que nos van dejando el camino son únicas y tal vez a la hora de escribir estas líneas, intentamos homenajearlos a todos aquellos que nos van brindando parte de su corazón y de sus familias. Eso que nos hace sentir más latinoamericanos a cada paso que damos y que de a poco van formando parte de la familia de “Amérika en Kombi”



Los chicos debían irse para Panamá City, a organizar y averiguar los posibles barcos que cruzarían la camioneta, así que como los trayectos son cortos, nos decidimos a abandonar a nuestra kombi por un día para subirnos en una un poquito más moderna y cómoda. De allí para la ciudad nuevamente. Aprovechamos la ida y terminamos comprando más camisetas para pintar ya que las ventas habían sido un éxito. Luego de llegar vino la despedida y con abrazos fuertes y sinceros nos prometimos encontrarnos en el viejo continente para sacarle unos cuantos km a esa querida kombi. El vacío de su partida se hizo notar y ya extrañábamos nuestras veladas de campamento y esas increíbles pizzas que cocinaban Mati y Hanna. Queridos compañeros, seguramente, en Sudamérica ya, les deseamos las mejores rutas….


7. La casa de la “puertita mágica”…


Mágica, transfigurada, onírica, se presentó ante nosotros, una mañana. Allí estábamos, miándonos, extraños, pensando, lo que escondería detrás


Así fue como conocimos a nuestra nueva casa por unos días. Anclada entre las montañas del Valle, nos cruzamos con Diego y Stef, una pareja de argentinos que habíamos conocido en las playas de Cartagena, y nos invitaron a la casa de otros amigos que vivían por allí. Ari, argentino, junto a su novia, Carol, panameña, habían recorrido gran parte de Centroamérica, bailando tango y ahora descansaban y juntaban fuerzas para seguir. También estaban Seb (Francés) y Sol (panameña) que trabajaban en hoteles de la zona. Invitados a quedarnos, estacionamos la kombi de bajo de un árbol en la puerta de la casa y disfrutamos de una semana con amigos, entre comilonas, mates, música y algo de trabajo…

Pizza party bien argenta, en el restaurante donde trabajaban Diego y Stef.

Domingo de celebración en el pueblo.

Baile y atuendo típico de la zona central cordillerana de Panamá.


Pasado el fin de semana, el pueblo se vaciaba de turistas y volvía a su calma habitual de mañanas largas regadas de mates, de almuerzos prolongados y de sobremesas extensas. Más aún si la lluvia de la tarde, obligaba a quedarse en casa. De ahí en más conoceríamos las destrezas culinarias de la exitosa pareja de chef argentinos, que nos acompañaría en varios trayectos con la kombi: Diego y Stef. Increíblemente con dos o tres ingredientes creaban un plato 5 estrellas digno del canal Gourmet. Lamentablemente nos estaban malacostumbrando…
Aprovechamos la estadía para pintar más camisetas y así poder partir hacia nuevos horizontes.

Amigos en el camino. Ari, Seb y Carol.


La despedida se hizo presente y la kombi puso proa al mar. La idea era recorrer algunas playas antes de salir. Panamá se nos presentaba muy acotada y si uno apretaba el acelerador, no se daba cuenta y ya estábamos a 50 km de la frontera.
Diego y Stef, partían hacia otro pueblito de montañas, muy turístico, y nosotros nos separábamos hacia el océano. La idea ea juntarnos en Boquete para luego compartir trayectos de Panamá para compartir los gastos de gasolina. La unión hace a la fuerza.
8. Por la Panmericana...

Por la panamericana bajamos hasta una playa donde nos habían dicho que estaba trabajando nuestro antiguo compañero de rutas, Nacho, el cordobés, con el cual compartiéramos el cruce del Darién. Santa Clara es un balneario sobre el Pacífico con unas hermosas aguas transparentes y arena blanca. Lamentablemente el acceso está bastante restringido si uno quiere estacionar sobre la Playa, ya que todas son entradas a hoteles y restaurantes que te quieren cobrar. Nacho no estaba, pero sí un amigo colombiano de Dario que trabajaba allí junto a Nacho rentando motos de agua. Nos quedamos todo el día y nos invitó a acampar con él junto al negocio. Habíamos organizado una cena y todo para la noche junto al mar, pero las cosas salieron mal. Uno de los cuidadores del ingreso insistía en que no nos podíamos quedar aunque estemos en el lugar de Rey, nuestro amigo colombiano.
Nos Amenazaba con que iba a llamar a la policía y no le dábamos importancia. Según Rey, el viejo estaba loco y le hacía problema a todo el mundo. Luego se le pasaría. Hasta que con el caer de la noche, vimos unas sirenas rojas y azules de una camioneta policial. Resumen: terminamos durmiendo en el patio de la comisaría, utilizando la cocina y la ducha del puesto policial y encima nos tuvieron que ayudar a empujar la camioneta ya que nos habíamos olvidado las luces prendidas.
De una cena a orillas del mar con un cielo estrellado, terminamos a una cena a orillas de las rejas de un calabozo con ducha gratis policial. Así es queridos principitos, el mundo de estos viajeros, a veces se codea con los futuros niños escolares, con lo mejor del hampa, con los uniformados… Es un mundo donde caben todos: Amérika en kombi.


A la mañana siguiente, después de los saludos policiales nos fuimos a despedir y a desayunar con nuestro amigo Rey y a reírnos de lo sucedido.

Postal rutera.


Esa mañana emprendimos el camino hacia la península de Azuero y hacia la playa Santa Catalina. Un pueblito campesino, famosos por tener las olas más grandes de Panamá. La elección no fue la mejor. Bordeando montañas y carreteras intransitables, sin gasolineras y demás, nos quedamos sin combustible y tuvimos que esperar mas de 3 hs a la vera de un camino olvidado por la humanidad.




Llegamos justo al pueblito al atardecer, y tantas peripecias tuvieron su premio. Un atardecer único e irrepetible, junto al cantar de pájaros y algún que otro gallo paseándose por las calles.

El pueblito es muy pintoresco pero no daba para más de un día y así lo hicimos. A desandar lo andado. Conseguimos un poco de gasolina y a meterle pata. Cruzamos nuevamente campos y montañas, pero esta vez, lo hicimos por otro camino, que obviamente, resultó ser mucho peor que el venido. Las decisiones no estaban de nuestro lado y no nos encontrábamos tan afilados. América Central se comenzaba a sentir con sus subidas y curvas y contra curvas sin avisar. Aquí las distancias no se miden en km sino en tiempo. Un trayecto de 70 km a veces puede durar unas 3 hs de viaje, sin imprevistos.



Llegados a la panamericana nuevamente, teníamos dos opciones, o seguir por el lado del pacífico y cruzar a Costa Rica por Paso Canoas o desviarnos a David y de ahí cruzar la Cordillera Central hacia el Caribe. La decisión más traumática siempre se impone. A subir se ha dicho. La Clandestina escala las montañas a paso lento, entre una primera y segunda, que a veces ruge pidiendo piedad. Su marcha es lenta, pero digna. A cuesta carga con miles de historias y esperanzas.

Caminos.


Llegados a este punto decidimos frenar unos días en Boquete y reencontrarnos con nuestra pareja de chefs preferidos. El pueblo, es un típico pueblo de montañas con sus ríos y paisajes bellísimos, donde todas las calles son empinadas, lamentablemente, para nuestra querida gordita. Diego y Stef estaban viviendo en la casa de una señora que nos invitaron a estacionar la kombi junto al río que atraviesa el valle bajo unos increíbles pinos. Las noches más frescas y placenteras en las que hemos dormido en nuestro viaje fueron aquí.



Mañanas soleadas de largas caminatas, el camino del quetzal, el volcán Barú, las aguas termales naturales, amainaban nuestra estadía junto a las ventas de artesanías en la placita del pueblo. Tardes de búsqueda de hongos y noches culinarias exóticas.
Últimamente el pueblo se vio inundado, como en El Valle de Antón, de jubilados norteamericanos que se pasean en sus carritos y viven tranquilamente de sus pensiones gracias a los bajos costos de Latinoamérica. Una nueva forma de colonialismo. Como no hay mal que por bien no venga, por suerte pudimos vender bastante camisetas y artesanías en nuestra permanencia. Allí conocimos a unos guatemaltecos, artesanos, que estaban bajando hacia Argentina. Nos enseñaron algunas cosas y además a salir por las noches de bar en bar. Unos grandes los “Tecos”.


Cocina Chef, ñoquis a la crema de hongos silvestres recogidos en el bosque…


Así quedamos. Atardecer lisérgico. La luz es natural. Detrás, la kombi en todo su esplendor de acampe.

Los amigos del parche.


9. Día Internacional del Libro…


l. contacto con una escuelita en el medio de las montañas perteneciente a la comunidad indígena de la zona, llamada Novhe. En el día mundial de la lectura, la Biblioteca Infantil Andante, llevó sus libros. Durante toda la jornada disfrutamos con los niños de las lecturas de muchos libros y de algunas actividades de recreación para incentivar la lectura.

Escribimos historias, pintamos y hasta los niños se animaron a contar cuentos. Todos llenos de experiencias propias, donde el tema preponderante era la naturaleza y el entorno en donde se desarrollan. Durante toda una mañana y toda una tarde, las horas parecían de granito de arena que se escapa entre los dedos. Con la montaña de fondo y el volcán Barú sobre nuestras espaldas, el río aportaba lo suyo con su sonido en el eco escolar. Los niños escolarizados en ambas lenguas, la propia, Novhe, y el español, disfrutaba mucho de la presencia de la biblioteca. Y ni hablar de todas las miradas hacia ella, la protagonista de esta historia, la Clandestina.

La despedida fue toda una Revolución….


Primera producción artesanal del conductor de este viaje.
Atrapasueños “Amérika en Kombi”




Las despedidas llegaron y con ellas nos llevamos a unos nuevos tripulantes americanistas, que irían a compartir varios km de esta Odisea. Y como este relato es extenso y demasiado pasado, también nosotros nos vamos despidiendo hasta una nueva entrega. Esperamos acortar las distancias y que de una u otra forma nos alcancen en este relato que hoy nos tiene entrando en Nicaragua. Nos queda para la próxima la estadía en el Caribe y el andar por las tierras de Costa Rica, el desencanto mundialista y las nuevas historias de la gorda “Trepadora”. Cuídense mucho y escríbannos a amerikaenkombi@gmail.com. Si lo desean pueden dejar comentarios en el final de cada entrada. Es fácil sólo deben seguir los pasos que no llevan más de segundos. Amigos, lectores, seguidores, los vamos dejando para comenzar a descubrir un nuevo país y nuevas historias.



PD: “Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.” (Eduardo Galeano)


Desde Nicaragua, territorio sandinista


Abrazos y Besos Viajeros...
Próxima Estación, ESPERANZA.


Hasta el Infinito, y más allá…



Para ver las fotos...






















3 comentarios:

alexandra ✿ (o\_!_/o)✿ dijo...

Holaaa chicoss!! Q lindaaa la entrada!! wow volver a leerles y recordar cuando estuvieron por acá fue genial!! los extraño muchísimo espero este todo super bien por Nicaragua! =D y la Clandestina q tal eh=??

Por aca todo muy activo, con el club vamos creciendo imaginense artículo y todo nos hicieron =) ya tengo el contacto para cuando vengan! será completamente diferente! =) Espero su proximo relato !! Abrazos a los 2!!

Con kriño!

Ale

Alicia y David dijo...

Chicos!

Busque su blog porque los vi arriba del volcan Masaya, en Nicaragua. Aqui estoy como profesor voluntario en Granada.

Me hizo mucha ilusion ver su combi. Hace un par de anhos yo hice un viaje similar, tambien en combi, con unos amigos, solo que en el sentido contrario, desde San Francisco a Rio

Hicimos un blog y seria un placer para mi que les sirviera de ayuda o que simplemente lo disfrutaran leyendo (http://dondelloranlosvalientes.blogspot.com)

Un fuerte abrazo y mucho animo!

David

Anónimo dijo...

ôla ! buenas dias ! soy un francés de ""NIMES"" 2.horas de la frontièra espanola

yo mira su viage en combi VW esta muchos bien
soy espanol de coraçon !
mi gusta de conduicir en espana , tengo mi casa cerca des mar méditerranéo (catalona)
____ usted puede mirar la espana por mi blog
http://roadandtruck.canalblog.com
bon route à vous de la part d'un français ancien chauffeur de camion sur l'europe et plus !
jean-jacques